Don Ross (filósofo)
Don Ross (1962, Winnipeg) es un filósofo de la ciencia y economista experimental canadiense-sudafricano, cuyas contribuciones abarcan la filosofía de la economía, la metodología económica, la teoría de juegos, la neuroeconomía y el naturalismo.[1]
| Don Ross | ||
|---|---|---|
![]() Don Ross en junio de 2025 | ||
| Información personal | ||
| Nacimiento |
1962 Winnipeg, Canadá | |
| Lengua materna | Idioma inglés | |
| Educación | ||
| Posgrado | Universidad de Ontario Occidental | |
| Información profesional | ||
| Ocupación | Economista, Filósofo, Profesor universitario | |
| Área | Filosofía de la economía, Filosofía de la ciencia | |
| Empleador | Universidad de Ciudad del Cabo, Universidad de Cork, Universidad Estatal de Georgia, Universidad de Waikato | |
| Movimiento | Filosofía analítica | |
| Lengua literaria | Idioma inglés | |
| Obras notables | Every Thing Must Go: Metaphysics Naturalized | |
Biografía y carrera académica
Ross nació en Winnipeg (Canadá) y creció principalmente en Ontario.[2] Se doctoró en 1990 en la Universidad de Ontario Occidental con la tesis Philosophical Prolegomena to a Cognitive Theory of Metaphor Processing.[3]
Ross está afiliado a la Universidad de Ciudad del Cabo desde finales de los años noventa y es profesor en su Escuela de Economía desde 2001, siendo además decano de la Faculad de Comercio (2010-2015). En 2016 se incorporó a la Universidad de Cork, donde dirige desde 2018 la Escuela de Sociedad, Política y Ética. En paralelo, desde 2010 es director del área de metodología del Centro de Análisis Económico del Riesgo (CEAR, por sus siglas en inglés) en la Universidad Estatal de Georgia. Fue también Presidente de la International Network for Economic Method (2012-2014) y Decano de la Ecuela de Negocios de la Universidad de Waikato (2015-2016).[1][4][5][6]
Ross ha sido rankeado como investigador con una "A" por la Fundación Nacional de Investigación de Sudáfrica y ha integrado consejos editoriales en áreas de metodología económica y bioeconomía.[4][7] Es autor de la entrada “Game Theory” de la Stanford Encyclopedia of Philosophy.[8]
Áreas de investigación y enfoque
Durante años, la principal actividad de Ross ha sido realizar experimentos económicos en laboratorio. El núcleo de su trabajo combina filosofía de la economía y metodología empírica. En economía teórica y aplicada defiende una orientación neo-samuelsoniana (i.e., centrada en preferencias reveladas como resúmenes estadísticos de procesos generadores de datos) y un papel central de la teoría de juegos y de la econometría experimental para modelar agentes en contextos estratégicos y de mercado, en lugar de psicologizar la microeconomía.[4][9]
En neuroeconomía y economía de la adicción ha trabajado con George Ainslie y Glenn W. Harrison, defendiendo la pertinencia de metodologías de campo y de laboratorio para medir aversión al riesgo y descuento temporal, así como la utilidad de la picoeconomía para explicar conductas como el juego patológico o el tabaquismo.[10][11][12]
En metafísica naturalizada (junto con James Ladyman), Ross propone un “realismo de selva tropical” (rainforest realism), una forma de realismo estructural que reconoce la ontología “frondosa” de los patrones reales identificados por las ciencias especiales y su consiliencia con la física fundamental. Una primera versión de esta posición se formula en el capítulo Rainforest Realism: A Dennettian Theory of Existence (2000)[13] y se desarrolla en Every Thing Must Go.[14]
Ross ha impulsado una agenda aplicada en política de infraestructuras en África, con trabajos sobre inversión óptima en carreteras y políticas de surfacing para vías de bajo volumen en Sudáfrica.[15][16]
Obras más relevantes
Economic Theory and Cognitive Science: Microexplanation (2005)
El libro articula un programa de la “microexplicación” que reordena las relaciones entre teoría económica y ciencias cognitivas bajo una pregunta directora: ¿bajo qué interpretación la economía es empíricamente sólida? Ross propone una imagen unificada —con Daniel Dennett y Kenneth Binmore como ejes— en la que la economía no es sustituida por la psicología, sino puesta en continuidad estructural con ella, recuperando el núcleo analítico neoclásico, pero sin caer en su caricatura y reubicando los vínculos con la experimentación y la simulación. Esta agenda pretende mostrar que el progreso técnico en microeconomía sólo cuenta como progreso científico si trae consigo regularidades explicativas genuinas y negociadas con la evidencia conductual.
El “prontuario” filosófico de Ross fija dos piezas:
- El funcionalismo de la postura intencional, entendido como estrategia de explicación que triangula entre historias idiosincráticas de aprendizaje, el entorno público de referencia y normas compartidas.
- La ontología de “patrones reales”, donde una atribución intencional es objetiva cuando captura regularidades contrafácticas robustas en sistemas producidos por selección.
Con ello, Ross niega tanto el microcausalismo intencionalista (i.e., mirar “sólo dentro” del cerebro) como el externalismo reduccionista (que borra la individuación personal): no hay “casi-personas” dentro de las personas, y las creencias que nos interesan para la predicción explican patrones de agentes completos en contextos ecológicos, no estados internos aislados. La postura intencional se identifica así con una forma de adaptaciónismo explicativo: lo que importa es la función que la selección —biológica o socio-cultural— habría “descubierto” por múltiples vías causales, no habiendo un trazo axiomático previo.[17]
Sobre esa base, Ross replantea la microeconomía “separada”: defiende la utilidad metodológica de la teoría neoclásica, pero abandona la lectura “psicológica fuerte” (popia de los maximizadores de utilidad estrecha) a favor de la preferencia revelada (RPT) como andamiaje para identificar objetivos de maximización sujetos a restricciones informacionales y de cómputo.[18] Critica la maniobra “todo-cabe” asociada a Gary Becker (i.e., hacer racional a posteriori cualquier conducta por expansión ad hoc de la función objetivo), y busca en su lugar una defensa no tautológica de la teoría mediante restricciones empíricas y disciplinares.[19] Así, la utilidad de RPT no depende de que las personas maximicen un hedonismo estrecho, sino de que el aparato formal se acople a la evidencia y a los límites cognitivos reales. Cuando esto falla, la generalidad vacía se compra al precio de la falsedad estricta o de la trivialidad. El giro programático es pasar de “axiomatizar desde el sillón” a “modelar bajo fricciones” con datos experimentales y de campo.[20]
Al momento de tratar la economía experimental y los juegos evolutivos, Ross encuadra la llamada “opción eliminativista”: al migrar del juego clásico (jugadores eligen estrategias) al evolutivo (las estrategias compiten y se replican), conceptos como “creencia” y “deliberación” dejan de jugar un rol explicativo básico, y parte de la literatura concluye que puede prescindirse del postulado de racionalidad sin pérdida predictiva.[20] Ross usa esta presión como test para su tesis de separación: o bien la economía se vacía en una biología poblacional sin intenciones, o bien se coordina con la psicología en un equilibrio reflexivo donde las restricciones cognitivo-computacionales (bottom-up) informan la forma de la función de maximización, y la estructura estratégica del entorno (top-down) fija el espacio de juegos relevantes. El resultado es evitar el imperialismo (económico o psicológico) y, a la vez, desactivar el veredicto eliminativista mostrando que, en dominios específicos, la postura intencional sigue rastreando patrones reales bajo normas de selección históricas.
Los capítulos finales redefinen términos como “agencia”, “yo” y “racionalidad” en un marco no aristotélico. Primero, Ross separa conceptualmente persona y agencia, erosionando la identificación popular (folk) entre ambas: ni la introspección ni la psicología popular fijan los términos científicos con los que deben modelarse sistemas de decisión. La agencia es una propiedad emergente, escalonada y distribuida, no un dato primitivo del yo. En razón de ello, el yo se entiende como un ensamblaje estabilizado por andamiajes informacionales y normas, algo más próximo a un “personaje” (en los términos de Dennett) que a un homúnculo interno;[21] por eso, identificar un escenario como juego exige presuposiciones socializadoras (e.g., qué cuenta como estrategia, qué utilidades están en juego) que no existen para un “Robinson Crusoe” presocial.[22] Este enfoque cristaliza en el “patrón argumental Robbins–Samuelson” (RASP): (i) individuar agentes económicos; (ii) identificar empíricamente su función de maximización, constriñéndola por capacidades de procesamiento; (iii) construir la red de interacción como juego(s) con restricciones ecológicas; (iv) localizar equilibrios de Nash pertinentes, reconociendo que la iteración entre (ii) y (iii) es necesaria y depende de datos exógenos.[23] Mediante esta estrategia global, Ross ofrece una vía para preservar lo valioso de la microeconomía neoclásica (i.e., elección bajo escasez, análisis de equilibrio) integrándola con resultados de laboratorio y teoría evolutiva, a la vez que disuelve disputas estériles entre “reduccionismo” y “humanismo” mediante una ingeniería explicativa por niveles, sensible al dominio.
Every Thing Must Go: Metaphysics Naturalized (2007)
Ross y Ladyman defienden un programa de metafísica radicalmente naturalizada, i.e., sólo es legítimo hacer metafísica si se motiva y constriñe por hipótesis científicas vigentes y por el proyecto de unificación entre disciplinas, construyendo puentes entre teorías y prácticas científicas. La primera tesis es polémica: gran parte de la metafísica analítica contemporánea —“neo-escolástica”— debería interrumpirse, pues esta no contribuye a la búsqueda ilustrada de verdad objetiva.[24] Muy por el contrario: domestica a la ciencia con intuiciones de “sentido común”, reificando imágenes de “cosas pequeñitas” y “micro-golpeteos” como base causal, y procede de espaldas a la física real.[25] El papel legítimo que se reserva a la filosofía es reconstruir un panorama unificado a partir de ciencia efectiva.
El capítulo 2 fija el marco: realismo estructural óntico (OSR). En vez de fundamentar ontología en “sustancias” con naturalezas intrínsecas que luego se relacionan, el OSR afirma que lo fundamental es una estructura modal objetiva (patrones de dependencia y posibilidad/necesidad) que no superviene en propiedades intrínsecas de individuos; lo que nuestras mejores teorías describen y preservan a través del cambio teórico son relaciones y estructuras (consiliencia con “no-milagros”, novel predicción, práctica representacional).[26] De ahí el rechazo del “artículo de fe” según el cual los objetos y las propiedades deben tener naturaleza intrínseca previa a sus relaciones. Ese dogma no está respaldado por la física que realmente usamos. El OSR, además, se apoya en que ni el empirismo constructivo resuelve la modalidad implicada por la práctica científica.[27]
En el capítulo 3, Ladyman y Ross muestran cómo el OSR está motivado directamente por la física contemporánea (mecánica cuántica y relatividad) en el sentido de que, si atendemos a sus compromisos reales, la ontología de “portadores puntuales con propiedades intrínsecas” y de causación como “micro-golpeteos” no es científicamente seria. La física no se organiza como un catálogo de cosas internas que “pegan” unas con otras, sino como un espacio estructural de estados y simetrías, acoplado a mediciones y restricciones modales.[28] Esta crítica desembocará, en los capítulos 4–5, en una reasignación del lugar de la causalidad: no como pegamento universal metafísico ni como secuencias regularistas a nivel fundamental, sino como heurística informacional para hacer contabilidad epistémica en dominios con asimetrías (e.g., temporales, termodinámicas) donde la práctica científica lo exige.[29] Así, negar “micro-golpeteos” no es negar la causalidad en las ciencias especiales: es negar que la física fundamental deba modelarse a imagen de ellas.
El capítulo 4 aborda la unidad de la ciencia con una ontología “frondosa”, para cual Ladyman y Ross usar en sintagma Rainforest Realism (RR). El RR sistematiza la relatividad de escala en la ontología: múltiples patrones —no meras “cosas”— emergen y son estables a ciertas resoluciones. Las ciencias especiales están autorizadas a postular patrones siempre que sus mediciones no contradigan lo que la física fundamental sanciona. El OSR (centrado en explicar la unidad por estructuras que constriñen inferencias desde las mediciones) en conjunción con el RR (que pretenden dar cuenta de la relación entre esas estructuras y los patrones extra-representacionales) se combinan en el Information-Theoretic Structural Realism (ITSR), que explica por qué hay apariencias parciales de desunión: pluralidad de ciencias por escala, no por ontologías inconmensurables.[30] En este marco, términos como “cosas” y “cohesiones” son instrumentos notacionales útiles para el libro de cuentas epistémico de las ciencias especiales, mientras que, a nivel fundamental, hablar de “cosas cohesivas” induce a error. Mesas y sillas existen como patrones reales sin contrapartida fundamental, y eso no amenaza el realismo; sólo corrige el reduccionismo mal entendido.
El capítulo 5 cierra la defensa de la metafísica naturalizada: el ITSR reinterpreta leyes, causalidad y clasificación en términos de patrones reales. Una ley es, pues, un patrón estructural abierto a refutación por cualquier medición en el universo. Hay leyes universales en física fundamental (i.e., patrones de alcance máximo) y generalizaciones de menor alcance en las ciencias especiales. De ahí su escepticismo frente a leyes ceteris paribus: cuando sólo eso se ofrece, la función científica en juego no requiere “leyes” en sentido estricto.[31] Lo que cuentan son los patrones y las asimetrías que habilitan explicaciones causales locales y guían nuestra intervención exitosa. La causalidad se des-reifica como flujo de información a lo largo de gradientes asimétricos, algo central en las ciencias especiales y, no obstante, sin obligación metafísica en física fundamental.
Consideradas en su conjunto, las tesis del OSR, el RR y el ITSR producen una consiliencia, y es que la metafísica naturalizada respeta la física donde hay universalidad, explica la práctica causal y clasificatoria de las ciencias especiales sin inflar la ontología básica y ofrece una "metáfísica suficiente"; precisamente porque está anclada a la ciencia y en su régimen de medición, modelización y unificación.[32]
Philosophy of Economics (2014)
Ross arma una filosofía naturalizada de la economía cuyo objetivo es coordinar modelos científicos y mostrar cómo se unen disciplinariamente para sostener un panorama objetivo del comportamiento económico. La filosofía de la economía es, para él, filosofía de la ciencia en acto: traza patrones de unificación entre niveles y disciplinas, en vez de traducir la ciencia a intuiciones folk. De ahí su defensa del cientificismo y su rechazo del análisis conceptual conservador, pues lo que cuenta realemente es el reconocimiento de patrones reales identificables por medición, modelación y contraste entre campos, y el papel del filósofo es integrar esas piezas. En este marco, la economía se reivindica como parte de la ciencia, siempre que sus generalizaciones se entiendan como contribuciones a una imagen unificada, abiertas a la evidencia y a interoperar con la psicología, la neurociencia y la sociología.[33]
Sobre esa base, el libro reconstruye la caja de herramientas contemporánea del filósofo de la economía: información, juegos, instituciones, experimentos y econometría, con una lectura no dogmática de la hipótesis de mercados eficientes (EMH) y su estatuto estadístico, y con el giro microfundacional tras la crisis del “síntesis samuelsoniana”.[9] La microfundación se entiende como exigencia de compatibilidad entre regularidades agregadas y incentivos que operan a nivel de decisión —sin implicar egoísmo psicológico fuerte ni un dictamen reduccionista— y como forma de explicar efectos macro no intencionales de reglas de elección locales (e.g., preferencia revelada, funciones objetivo con restricciones de cómputo, formación de expectativas). El punto de método es doble:
- Tratar la hipótesis de mercados eficientes (EMH) como una hipótesis empírica sobre cómo los precios agregan información.
- Exigir que las identidades macro en uso (inflación, desempleo, diversos indicadores de producto) estén ancladas en supuestos micro-contrastados, de lo contrario no pasan de generalidades vacías.
El nudo con la psicología se corta criticando el psicologismo económico: la tentación de identificar cada elección con un episodio mental discreto y, luego, psicologizar la teoría económica (vía “sesgos”, “frames”, “heurísticas”) o neuro-reducirla sin más.[34] Ross acepta la relevancia de la psicología y de la neuroeconomía para entender la arquitectura de valoración (para responder a preguntas como qué formatos de señal importan o qué cómputos son factibles), pero niega que ello autorice a reemplazar la economía por la psicología: muchas decisiones de interés económico son supra-individuales, distribuidas en tiempos y contextos que exceden el episodio mental individual, y por eso la economía modela patrones intencionales a nivel de agentes completos y poblaciones, no a nivel de “casi-personas” internas al cerebro. La psicología aporta restricciones bottom-up y datos, mientras que la economía aporta estructuras top-down (e.g., juegos, instituciones, mercados) en las que esas restricciones se inscriben. La neuroeconomía útil no elimina la elección, sino que la sitúa en un espacio de valores neurales y limitaciones computacionales compatible con la representación económica.
Como contracara, Ross reubica la economía junto a la sociología y discute el individualismo metodológico (MI), no como dogma identitario de la economía, sino como familia de técnicas y restricciones cuyo alcance real fue mayor en la sociología weberiana que en la práctica económica estándar.[35] Muchas regularidades económicas son hechos sociales (e.g., precios como cómputos colectivos, normas, organizaciones) que no se leen en episodios mentales individuales sin pérdida. Por eso Ross propone una fusión institucional entre la economía y sociología: perduran el formalismo, la identificación causal y el testeo, pero sobre la base de una ontología de patrones supra-individuales y mecanismos de coordinación. El resultado es una división del trabajo por escala y acoplamientos. La economía no se “psicologiza” ni la sociología se “nomologiciza”: ambas convergen en modelos disciplinares compatibles, con el MI como restricción local y una ontología social anti-atomista cuando los datos así lo exigen.
Por último, al tratar cuestiones como la agregación económica y los ciclos económicos, Ross ilustra su criterio de objetividad por patrones (i.e., la cuestión de si hay ciclos de negocios es empírica y de práctica modelística, no metafísica) se decide siguiendo dónde la modelación macro obliga a comprometerse con regularidades irreductibles entre variables agregadas y con qué blancos de política son operables (e.g., el rol de los bancos centrales y las reglas de decisión sobre qué series mirar y cómo intervenir). Las propuestas conductuales como el pánico o la euforia se toman en serio como hipótesis meso-sociales verificables, pero no reemplazan la macro por psicología de masas: se evalúan por su poder para coordinar datos, identificar mecanismos plausibles y guiar la intervención sin perder disciplina con el resto de la ciencia. Así, la economía queda anclada en un realismo de patrones: donde hay universalidad (contabilidad informacional, restricciones físicas), la respeta; donde hay pluralidad por escala (instituciones, juegos, normas), la modela sin reducción.
Bibliografía seleccionada
Libros originales y en coautoría
- Economic Theory and Cognitive Science: Microexplanation (MIT Press, 2005). MIT Press
- Every Thing Must Go: Metaphysics Naturalized (con J. Ladyman; OUP, 2007).
- Philosophy of Economics (Palgrave Macmillan, 2014).
- The Gambling Animal: Humanity’s Evolutionary Winning Streak — and How We Risk It All (con G. W. Harrison; Profile Books, 2025).
Libros editados
- Dennett’s Philosophy: A Comprehensive Assessment (ed., con A. Brook y D. L. Thompson; MIT Press, 2000).
- The Oxford Handbook of Philosophy of Economics (eds., con H. Kincaid; OUP, 2009).
- Scientific Metaphysics (eds., con J. Ladyman y H. Kincaid; OUP, 2013).
Véase también
- Filosofía de la economía
- Metodología económica
- Teoría de juegos
- Neuroeconomía
- Naturalismo
- James Ladyman
Referencias
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- ↑ «Don Ross – Economist & Scientist» (en inglés estadounidense). Consultado el 22 de agosto de 2025.
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