Reino vándalo

El reino vándalo fue un reino germánico creado por el rey vándalo Genserico en 429-435 tras conquistar con su ejército la diócesis de África del Imperio romano de Occidente (las actuales Argelia y Túnez). En 439 tomó Cartago convirtiéndola en su capital. El reino duró unos cien años, hasta que en el 534 fue conquistado por el Imperio bizantino bajo el reinado de Justiniano.

La visión negativa que suele ser habitual sobre el reino vándalo, y sobre los vándalos en general (de ahí el término vandalismo inventado por el abate Gregoire en 1794 para aplicarlo a los revolucionarios que destruían los monumentos del ancien regime como habían hecho los vándalos en el siglo V), procede de los autores cristianos «católicos», perseguidos por los vándalos que eran cristianos arrianos. Como escribió uno de ellos: «¿Se les puede denominar de otra manera que no sea con el nombre de "bárbaros", que implica evidentemente los términos de ferocidad, de crueldad y de terror?». Esto contrasta con las investigaciones actuales más cercanas al juicio del historiador griego Procopio de Cesarea, que participó en la expedición bizantina de 533 y por tanto fue testigo directo de la situación del reino vándalo en su etapa final, cuando escribió: «De todos los pueblos que nosotros conocemos, los vándalos han sido el más delicado».[1]

Antecedentes

Distribución de la península entre suevos, vándalos y alanos entre 409 y 429. La autoridad imperial únicamente se ejerce en la provincia Tarraconense, y los visigodos se concentran en el sur de la Galia donde fundan el Reino de Tolosa.

El 31 de diciembre de 406 atravesaban el limes del Rin un conglomerado de pueblos «bárbaros» encabezados por el alano Respendial y el vándalo asdingo Godegisilio. A diferencia de lo ocurrido el año anterior con la invasión de la Italia septentrional por parte de godos greutungos encabezados por Radagaiso que fueron derrotados por Estilicón en la batalla de Fiesole, penetraron sin oposición en la Galia. Una de las razones que explican que ningún ejército romano los detuviera fue que tres meses antes se había sublevado en Britania contra Honorio, emperador del Imperio romano de Occidente el general Constantino, autoproclamado emperador con el título de Constantino III, pasando a continuación al continente. Comenzó así una guerra civil que duraría cinco años —al inicio de la guerra Estilicón, el hombre designado por Teodosio I para que «tutelara» a sus hijos Honorio y Arcadio, cayó en desgracia y fue ejecutado en 408 por orden de Honorio—. En ese contexto es en el que se produjo el paso del grueso de los invasores «bárbaros» a la península ibérica en 409 ya que lo hicieron casi como aliados de la rebelión que había surgido en Hispania en las propias filas del «usurpador» Constantino encabezada por Geroncio, su principal general. Los vándalos asdingos y los suevos se establecieron en la Gallaecia, los vándalos silingos en la Bética y los alanos en la Lusitania y en la Cartaginense.[2]

El final de la guerra civil romana, con la derrota de Constantino III y de sus hijos en 411 y de su continuador Jovino en 416, posibilitó la firma de un foedus entre el vencedor en la guerra y nuevo hombre fuerte del Imperio de Occidente, el magister militum Flavio Constancio, actuando en nombre del emperador Honorio, y el rey visigodo Walia, sucesor de Ataúlfo y de Sigerico. En virtud del pacto los visigodos se comprometían a servir al Imperio como foederati y a cambio se les permitía su asentamiento en el sur de la Galia, donde el rey visigodo, aunque subsistiría la administración romana, tendría amplias atribuciones que suponían el establecimiento de hecho de un embrión de Estado dentro del territorio imperial.[3] La primera misión encomendada a los foederati visigodos fue acabar con las «monarquías militares» establecidas en Hispania por alanos y vándalos silingos (los supervivientes se integrarían con los vándalos asdingos). Si no pusieron fin al resto fue porque Flavio Constancio les hizo regresar a la Galia, donde fundarían en 418 el que sería conocido como el reino visigodo de Tolosa, por el lugar donde estaba situada la corte.[4]

Hacia el año 420 parecía que el poder imperial se había restaurado en todo Occidente y además el futuro de la dinastía teodosiana parecía asegurada —a pesar de que Honorio no tenía descendencia— con el nacimiento el año anterior de un varón fruto del matrimonio de la hermana de Honorio Gala Placidia con el magister militum Flavio Constancio, que en 421 sería asociado al trono como coemperador con el título de Constancio III. Sin embargo, ese mismo año moría Constancio y dos años después, 423, el propio Honorio, y Valentiniano III era proclamado emperador en 425 con solo seis años de edad.[5] Esta circunstancia fue aprovechada por el rey visigodo Teodorico I para extender el reino de Tolosa hacia la Provenza, por los suevos para consolidar su reino en la Gallaecia y, lo que fue más decisivo para el futuro, por el rey vándalo Genserico, sucesor de Godegisilio, que, tras saquear el este y sur de Hispania cruzó el estrecho de Gibraltar en 429.[6]

Historia

El propósito de Genserico al cruzar el estrecho —se calcula que junto a él pasaron ochenta mil vándalos asdingos y alanos, incluidos mujeres, niños y ancianos— era apoderarse de la rica diócesis de África.[6] El nuevo hombre fuerte de Occidente desde 432, el general semibárbaro Aecio, no reaccionó ante la amenaza que el avance vándalo por el norte de África suponía para el vital aprovisionamiento de grano de Roma y de Italia —dio prioridad a restablecer el dominio romano en la Galia— y no desplazó allí un ejército que impidiera que en 439 Genserico tomara Cartago, convirtiéndola en la capital del reino vándalo.[6] Se consolidaba así «el primer Estado germánico que no reconocía ninguna superioridad al Imperio ni mantenía con él alianza alguna», ha señalado Luis Agustín García Moreno.[6]

El reino vándalo se convirtió en una seria amenaza para el Imperio. Dueño de una poderosa flota romana, desde sus bases de las Islas Baleares y más tarde de Sicilia realizó numerosas acciones piráticas sobre las costas italianas. Además hizo pagar muy caro el grano que enviaba a Roma y a Italia, vital para su aprovisionamiento. Este poder es lo que explicaría que Genserico consiguiera la mano de la hija del emperador Valentiniano III, Eudocia, para su hijo y sucesor Hunerico. En 455, utilizando como pretexto el asesinato de Valentiniano III Genserico saqueó Roma, el segundo saco que sufrió la ciudad a manos de los «bárbaros» tras el llevado a cabo por los visigodos de Alarico I cuarenta y cinco años antes.[7]

A Valentiniano III le sucedieron Avito (455-456) y Mayoriano (457-461). Este último, un general romano elevado al trono por el suevo-visigodo Ricimero, el nuevo hombre fuerte del Imperio de Occidente, intentó restablecer el poder imperial fuera de Italia. Lo consiguió en las regiones costeras mediterráneas de la Galia y de Hispania, pero fracasó en su intento de acabar con el reino vándalo con una expedición marítima desde Cartago Nova (460). Su flota fue derrotada por la de Genserico.[8]

Entonces Ricimero buscó la alianza del Imperio romano de Oriente para acabar con el reino vándalo, pero la expedición organizada desde Constantinopla en 468 fracasó, dando paso dos años después a un tratado de paz perpetua entre el emperador oriental y el rey vándalo Genserico.[9]

Genserico murió en 477 siendo muy anciano. Le sucedieron Hunerico (477-484), Guntamundo (484-496), Trasamundo (496-523), Hilderico (523-530) y Gelimer (530-534), todos ellos miembros de su familia.

Organización política y territorial

La unidad de los vándalos era más bien política que cultural, ya que a los lejanos herederos de los Vandili —nombre dado por las fuentes latinas al pueblo asentado en el sur de la actual Polonia desde el siglo I a. C.— se les habían ido uniendo otros pueblos durante su desplazamiento hacia la Europa central (siglos II y III) y hacia el Rin (finales del siglo IV). Por sus contactos con el Imperio, este conglomerado de pueblos estaba ya bastante impregnado de la cultura romana cuando cruzaron el estrecho de Gibraltar.[10]

El primer problema que se les planteó a los conquistadores vándalos fue la inmensa desproporción en número entre ellos —se trataba de unas 15 000 o 20 000 familias— y los varios millones de habitantes de la diócesis de África, probablemente la región más próspera y la más urbanizada del Imperio romano occidental. Genserico decidió por ello concentrar a su pueblo en una única provincia, el Africa proconsular, donde se encontraba Cartago. Como ha señalado Yves Modéran, «quería ciertamente impedir su disolución social y cultural en la masa romana». La contrapartida fue que el resto de provincias del reino —Genserico no modificó la división provincial romana existente— gozaron de una relativa mayor libertad.[11]

Genserico dejó casi intacta la organización económica y social existente, lo que facilitó enormemente la adhesión de los romanos al nuevo poder vándalo. Fue así como, pasado el choque de la conquista, nació progresivamente «un reino mucho más romano que "bárbaro"», ha indicado Yves Modéran.[12] De tal modo que, antes de que lo hicieran visigodos o francos, el reino vándalo se dotó de una capital única, Cartago, con su corte, que imitaba a la de Constantinopla y que estaba encabezada por praepositus regni, una especie de primer ministro germánico; los reyes adoptaron una titulación copiando a la de los emperadores y emitieron monedas con su efigie y con leyendas latinas. Además las leyes, promulgadas en latín, tomaban como modelo la legislación romana. Por ejemplo, la ley de 484 de Hunerico que imponía el cristianismo arriano a todos los habitantes del reino copió palabra por palabra constituciones imperiales de 409 y 412 así como las penas a aplicar a los que no la cumplieran.[13] El derecho romano se continuó aplicando, salvo quizás a los propios vándalos, como se ha podido comprobar en las llamadas «Tablillas Albertini» descubiertas en 1928 cerca de Tebessa en las que se hace constante referencia a la Lex Manciana de cuatro siglos antes.[13]

Los reyes vándalos mantuvieron la administración provincial y municipal romanas. Al frente de las provincias —no se introdujeron cambios ni en sus límites ni en sus nombres— nombraron a miembros de la aristocracia senatorial local. Y del gobierno de las ciudades se siguieron encargando los consejos municipales que, por ejemplo, continuaron designando cada año a los flaminis responsables del culto imperial aunque ahora dedicados a un culto laicizado de los reyes de la dinastía de los asdingos. [14]

Política religiosa

Los vándalos eran cristianos arrianos —se habían convertido al cristianismo probablemente a principios del siglo V d. C.— y se propusieron convertir a su fe a la población romana, que era mayoritariamente cristiana nicena, con el fin de conseguir la unidad religiosa que les garantizara la fidelidad y la docilidad de esas poblaciones sometidas a su gobierno y parte de las cuales trabajaba para ellos. Con ese fin confiscaron los bienes de la Iglesia «católica», sustituyeron a sus obispos y prohibieron sus ritos, aunque no diferían mucho de los de la Iglesia arriana. En ocasiones se produjo una verdadera persecución de los «católicos», especialmente violenta cuando en 484 Hunerico se propuso convertir a la fuerza a todos los habitantes del reino.[10]

La política «proarriana» creó un clima de enfrentamiento entre la Iglesia «católica» y el poder vándalo, sobre todo en la provincia del África proconsular donde se asentaron la inmensa mayoría de los vándalos y de los alanos, ya que fue allí donde se aplicó de forma más radical, mientras que en el resto de las provincias predominó la tolerancia. Los clérigos nicenos no cesaron de denunciar a los vándalos como «herejes» y «bárbaros» hasta el punto que en la decisión de Justiniano de poner fin al reino vándalo pesó mucho lo que le dijeron los exiliados africanos en Constantinopla, mencionando especialmente a los «mártires» del año 484.[12] El sacerdote Victor de Vita escribió hacia el 489 una Una historia de la persecución de la provincia de África en uno de cuyos pasajes decía lo siguiente:[15]

En cuanto a vosotros, los pocos, que amáis a los bárbaros y los elogias, para vuestra condena, examinar bien su nombre y ser conscientes de sus costumbre. ¿Se les puede denominar de otra manera que no sea con el nombre de "bárbaros", que implica evidentemente los términos de ferocidad, de crueldad y de terror? Por muchos regalos con los que se les quiera mimar, por mucha obsequiosidad con los que se les quiera engatusar, estas personas no saben otra cosa que envidiar a los romanos.

Cultura

Los vándalos mantuvieron en lo esencial la herencia urbanística romana, aunque introdujeron algunos cambios como la desaparición del forum o la construcción de nuevos barrios normalmente alrededor de una basílica. Además de nuevas basílicas también construyeron capillas y monasterios, siempre siguiendo las formas arquitectónicas y ornamentales romanas. Los mosaicos, en los que los africanos eran consumados maestros, decoraron no sólo los edificios religiosos sino también las mansiones privadas, tanto propiedad de vándalos como de romanos (sin que sea posible diferenciarlas).[16]

Entre los edificios públicos los que más fascinaron a los vándalos fueron las termas, que no eran solo un sitio para el bajo sino un lugar de sociabilidad y de cultura simbolizando los valores de la civilización romana . Muchas fueron restauradas, otras perfectamente mantenidas, como las de Tuburbus Maius o Bulla Regia, y también se edificaron algunas nuevas. En la colección de versos conocida como la Antología latina una serie de poemas celebran la edificación por el rey Trasamundo (496-523) de las termas de Alianas en las afueras de Cartago.[17]

Otros documentos también atestiguan que los vándalos, o al menos la elite establecida en Cartago, adoptaron el estilo de vida romano. El poeta Draconcio, que escribe a finales del siglo V, elogia las escuelas de gramáticos de Cartago y felicita a uno de ellos porque «reúne en su auditorio a los descendientes de Rómulo y con los bárbaros». Por su parte Luxurius, uno de los poetas de la Antología latina, escribe epigramas celebrando a las estrellas del teatro, del hipódromo y del anfiteatro de Cartago, todos ellos lugares de espectáculo romanos aparentemente muy populares.[18] Todos estos textos confirman el juicio del historiador griego Procopio de Cesarea, que participó en la expedición bizantina de 533 que acabó con el reino vándalo y por tanto testigo directo de la situación del mismo en su etapa final:[19]

Desde que ocuparon África, tomaban todos cotidianamente baños, y sus mesas rebosaban de los mejores y más agradables productos terrestres o marítimos. [...] Cuando disfrutaban de placeres, lo pasaban en los teatros y los hipódromos, y si se libraban a toda suerte de placeres, amaban especialmente los de la caza. [...] Porque de todos los pueblos que nosotros conocemos, los vándalos han sido el más delicado.

Referencias

  1. Modéran, 2008, p. 71-72; 75.
  2. García Moreno, 1998, p. 182-183.
  3. García Moreno, 1998, pp. 181-183.
  4. García Moreno, 1998, p. 183. «Constancio optó por hacer regresar a Valia a las Galias posiblemente interesado en culminar la limpieza de las provincias hispánicas con tropas mayoritariamente romanas».
  5. García Moreno, 1998, p. 183.
  6. García Moreno, 1998, p. 184.
  7. García Moreno, 1998, p. 184-185.
  8. García Moreno, 1998, p. 185-186.
  9. García Moreno, 1998, p. 186.
  10. Modéran, 2008, p. 72.
  11. Modéran, 2008, p. 72-73.
  12. Modéran, 2008, p. 73.
  13. Modéran, 2008, pp. 73-74.
  14. Modéran, 2008, p. 74.
  15. Modéran, 2008, p. 71-72.
  16. Modéran, 2008, p. 74. «No se encuentra ningún estilo ornamental o de temas específicamente "germánicos" en la decoración de las casas y de los edificios públicos: los modelos romanos de la Antigüedad tardía se impusieron por todas partes».
  17. Modéran, 2008, pp. 74-75.
  18. Modéran, 2008, p. 75.
  19. Modéran, 2008, p. 75. «Si los conquistadores de los años 430 no era ciertamente apacibles viajeros, sus descendientes , que fueron vencidos en 533, eran más romanos que muchos de su vencedores bizantinos».

Bibliografía

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