Historia de la educación en Argentina

La historia de la educación en la Argentina se refiere al relato cronológico y evolutivo de los procesos educativos que han tenido lugar en el territorio argentino desde sus primeros asentamientos humanos hasta la actualidad. Este campo abarca el desarrollo de instituciones educativas, políticas educativas, corrientes pedagógicas, y las interacciones entre la educación y los contextos sociopolíticos que han marcado la historia del país. La misma encapsula una narrativa dinámica que ha desempeñado un papel fundamental en el desarrollo social y cultural de la nación, y ha sido un factor clave en la formación de la identidad nacional y en la configuración del desarrollo socioeconómico del país.

«La República Argentina basa su porvenir en la educación de sus hijos». 25 de octubre de 1922. Así dice el pizarrón de la Escuela Nacional 28-64 de Cajón de Ginebra Grande (provincia del Chubut).[1]
Educación Común. 1878 - Domingo F. Sarmiento.

Construir un recorrido supone comenzar desde los primeros intentos de educación por parte de comunidades indígenas en el continente y las misiones religiosas durante el período colonial hasta la consolidación de sistemas educativos más formales durante el siglo XIX, coincidiendo con la búsqueda de independencia de Argentina y su establecimiento como república, los cambios políticos, sociales y económicos, así como movimientos de reforma y modernización en el ámbito educativo.

Durante las primeras etapas de la época colonial, la educación estaba a cargo de maestros nombrados por los cabildos de las ciudades. A comienzos del siglo XVII comenzó a pasar a manos de los clérigos de las órdenes religiosas, aprovechando el aumento del número de conventos y la necesidad de las propias órdenes de educar a la siguiente generación de frailes y curas. Tras un período en que predominaron los franciscanos y dominicos, la educación -especialmente la secundaria- pasó mayormente a manos de los jesuitas, que sostuvieron una extensa red de casas religiosas, colegios y misiones entre los indígenas. Con pocas excepciones, la educación formal era para los niños; las niñas eran educadas por sus madres para ser a su vez esposas y madres, para lo cual no necesitaban leer, escribir ni hacer cuentas.

El primer colegio secundario fue fundado en 1610 en Santa Fe "la Vieja", y tres años más tarde fundaron también la Universidad de Córdoba, la única erigida en territorio argentino durante el período colonial. Allí se enseñaba teología y derecho canónico -materias fundamentales en la educación de los sacerdotes- y sólo marginalmente se enseñaba algo de Derecho civil y penal.

La expulsión de los jesuitas en 1767 significó la desorganización completa del sistema educativo local, a pesar del esfuerzo que hicieron los franciscanos por continuar con su tarea. Por otro lado, varios intelectuales -destacándose entre ellos Manuel Belgrano- se esforzaron por crear instituciones de educación técnica, especialmente en la ciudad de Buenos Aires, capital por esa época del Virreinato del Río de la Plata. La Revolución de Mayo y la Guerra de la Independencia argentina resultaron un pesado lastre que detuvo los avances en la educación, aunque en la década de 1820 en Buenos Aires hubo un notable impulso por la modernización educativa, que incluyó los experimentos del sistema lancasteriano y la fundación de la Universidad de Buenos Aires. La época de Rosas tuvo resultados ambiguos: primeramente se favoreció el regreso de los jesuitas, luego se los volvió a expulsar, y entre tanto se eliminó la gratuidad de la enseñanza secundaria y universitaria.

La época de la Organización Nacional vio grandes impulsos educativos, especialmente favorecidos por los presidentes Urquiza, Mitre, Sarmiento y Avellaneda, que crearon miles de escuelas, hicieron retroceder notablemente el analfabetismo e iniciaron la educación primaria para las niñas. Los últimos años del siglo XIX y los primeros del siglo XX vieron la continuación de estas políticas, la multiplicación de las universidades y el desafío de integrar a los inmigrantes y sus hijos a la sociedad argentina a través de la escuela.

La Reforma Universitaria permitió establecer el actual paradigma de educación terciaria gratuita, con autonomía de las casas de estudio y de sus docentes. En el último tercio del siglo XX hubo un nuevo aumento de las universidades, mientras la calidad de la enseñanza alcanzaba su máximo, con notable distancia por encima de casi todo el resto de América Latina. No obstante, la gradual privatización de la enseñanza escolar y universitaria, más las sucesivas crisis económicas y políticas golpearon al sistema educativo público, que ha retrocedido visiblemente desde los años 1990, aunque en una medida difícil de establecer numéricamente.

En la era contemporánea, la educación argentina enfrenta desafíos como la adaptación a nuevas tecnologías, la diversificación de métodos de enseñanza y la búsqueda de la excelencia académica. A través de su rica historia educativa, Argentina ha demostrado resiliencia y adaptabilidad, contribuyendo al desarrollo integral de su sociedad.

La situación educativa previa a la consolidación del Estado Nacional

Época Colonial

Reducción jesuítica.
Vista de la Manzana Jesuítica en el siglo XVIII. Dichos edificios aún se conservan. En la esquina se observa la iglesia de la Compañía de Jesús. A continuación se destacan la antigua sede de la Universidad (actual museo y biblioteca mayor) y el Colegio Monserrat.

En los primeros años, en Argentina la Educación estuvo centrada en la escolaridad primaria a cargo de las órdenes religiosas (franciscanos, dominicos y más tarde, jesuitas) y basada en la evangelización, así como en el uso del idioma español con carácter obligatorio.

El primer maestro del que se tenga registro en todo el territorio nacional es el español Pedro de Vega en Santa Fe. En las actas capitulares del Cabildo de Santa Fe, conservadas en el Archivo General de la Provincia, quedó registrado el 13 de mayo de 1577, en el folio *I-1-1/F.13, lo siguiente:

Ante la rebelión de naturales y la marcha de muchos pobladores, el procurador solicita no se conceda licencia para ausentarse de la ciudad a ningún español, formulando la misma petición para Pedro de Vega, el único maestro existente en la ciudad. Luego a folio 13 v, dice: los cabildantes hacen lugar a la petición del procurador, solicitando al teniente de gobernador que niegue la licencia para salir de la ciudad a su vecino. Igual medida se solicita para el maestro Pedro Vega. El teniente de gobernador accede a la solicitud de no dar licencia para salir de la ciudad a persona alguna, disposición que incluye al maestro Pedro de Vega, bajo multa de 200 pesos castellanos. El día 21 de mayo de 1577 quedó asentado: Notificación del impedimento de salir de la ciudad bajo pena de 200 castellanos.[2] Tal era la especial preocupación de los habitantes de la ciudad por el posible hecho de que sus hijos pudieran quedar privados de la educación que el maestro Pedro de Vega les impartía.

En 1585 los jesuitas llegaron a Santiago del Estero y en 1587 a Córdoba. En 1588 llegaron a Misiones los que posteriormente fundaron las Misiones jesuíticas guaraníes..[3]

El 9 de enero de 1590, se registra en folios *I-1-1/I-F.103-I-1-1/I-F.103v del acta capitular del Cabildo de la Ciudad de Santa Fe, la siguiente donación:

Se hace donación al padre Armiño, de la compañía de Jesús, de dos solares pertenecientes a Diego Bañuelos, con la obligación de que levantaría iglesia y convento, designándose tasadores al regidor Simón Figueredo, en representación del cabildo, al factor Juan de Torres Pineda, por Su Majestad, y a Domingo Vizcaíno como administrador de Diego Bañuelos.[2]
Manzana Jesuítica constituida por la Iglesia de la Merced y Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe. Considerado el primero y más antiguo de la Argentina.

Durante la gobernación de Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias), que en 1596 fue nombrado gobernador del Río de la Plata y del Paraguay, se establecieron las primeras escuelas no jesuíticas en el actual territorio argentino. En 1609 concurrían a estos establecimientos unos 150 alumnos. Hubo algunos intentos por parte del Estado de ampliar la educación pública, como por ejemplo, la obligación por parte de los Cabildos de proveer con fondos públicos, casas apropiadas a las escuelas y la admisión de un cierto número de alumnos, con certificado de pobreza expedido por el propio cabildo, a los que debía darse igual educación que a los demás. Se cobraban aranceles de un peso por mes para leer y dos pesos para leer, escribir y contar.[4]

Desde su llegada, los jesuitas eligieron a Córdoba como el centro de la Provincia Jesuítica del Paraguay, en el Virreinato del Perú. Para ello necesitaban un lugar donde asentarse y así iniciar la enseñanza superior. Fue así que 1599, y luego de manifestarle dicha necesidad al cabildo, se les entregaron las tierras que hoy se conocen como la Manzana Jesuítica.[5] En dicho predio se construyó, para 1610, el Colegio de la Inmaculada Concepción,[6] cuyo primer rector fue el sacerdote Francisco del Valle y que es considerado el primer Colegio del país.[7]

En 1613 con apoyo del obispo Trejo, fue fundada la Universidad jesuítica de Córdoba, la más antigua del país y una de las primeras de América. Ese año también se crea la Librería Grande (hoy Biblioteca Mayor), que según registros llegó a contar con más de cinco mil volúmenes.

En 1624 fue fundada la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca que desde su creación, tuvo una notable influencia en toda la región de Sudamérica.

La Expulsión de los jesuitas del Imperio Español de 1767 hizo que 2.630 jesuitas tuvieran que dejar Iberoamérica, lo que significó un terrible golpe para la educación, ya que la inmensa mayoría de las instituciones educativas del territorio estaban a cargo de ellos como profesores.[8]

Durante la época del virrey Vértiz se erigió en Buenos Aires el Real Colegio de San Carlos, creándose además la escuela de dibujo y de náutica.[9] Su docente y rector más destacado fue el padre Luis José de Chorroarín, que logró de los alumnos la disciplina que sólo la educación de los propios padres jesuitas había logrado hasta entonces, y que inició la más grande y variada biblioteca de la ciudad. Fue rector del Colegio entre 1791 y 1813, y fue el maestro de gran parte de la Generación de Mayo.[10]

Cabe mencionar que hacia el final del régimen colonial fue destacada la figura de Manuel Belgrano, secretario del Consulado de Comercio de Buenos Aires entre 1794 y 1809, quién fundó la Escuela de Náutica y la Escuela de Matemática. Entre otras cosas, impulsó la creación de la Academia de Geometría y Dibujo y abogó por la educación de las mujeres.

La Independencia

Los primeros esfuerzos sistemáticos por impulsar la educación, a todos sus niveles, se rastrean hasta Manuel Belgrano: durante su labor como Secretario del Consulado de Comercio de Buenos Aires desde 1794 hasta 1809, fundó la Escuela de Náutica y la Escuela de Matemáticas. Impulsó incansablemente la creación de la Academia de Geometría y Dibujo y abogó por la creación de una Escuela de Comercio, una academia de Matemáticas y otra de Arquitectura y Perspectiva. Belgrano impulsó la educación primaria, técnica y universitaria. También abogó por la educación de las mujeres, algo poco común a comienzos del siglo XIX.[11]

Manuel Belgrano y la educación

Dentro de la Primera Junta, Mariano Moreno otorgaba un papel fundamental a la libertad de escribir y la de pensar, así como el derecho a la información por parte del pueblo y de las provincias, ya que lo consideraba indispensables para consolidar el proceso de independencia. Belgrano y Moreno adherían a la postura liberal en la educación, muy influida por Rousseau y por los socialistas utópicos. Sostenía la educación del pueblo como base para construir naciones libres. Esa pedagogía era democrática en los métodos de enseñanza e inclinada hacia el laicismo[12]

En 1813, cuando el Cabildo recompensó a Belgrano con 40 mil pesos, este los destinó a la creación de cuatro escuelas en Tarija, Salta, Tucumán y Santiago del Estero, a la compra de útiles, becas y libros para los más pobres.[13][14][nota 1]

El período de las autonomías provinciales

En 1821 el gobernador de la provincia de Santa Fe, Estanislao López, dictó la primera legislación específicamente educativa del país, la reglamentación titulada «Artículos de observancia para el noble e ilustre Cabildo», antecedente de la Ley 1420. Dictaba en la provincia la educación obligatoria, en la cual el Estado provincial pagaba los salarios de los docentes, entre otras cuestiones.[16][nota 2] En otras provincias, los caudillos Artigas (en la Provincia Oriental), Bustos (Córdoba), Heredia (Tucumán), Ferré (Corrientes) y Justo José de Urquiza (Entre Ríos) promovieron un sistema educativo estatal, impulsaron la educación primaria pública y privada y la formación de comisiones inspectoras y comisiones protectoras de la escuela en toda la provincia. Las juntas o comisiones estuvieron encargadas de controlar el funcionamiento de la obligatoriedad escolar.[11][17] También los gobiernos de Alejandro Heredia en Tucumán y Felipe Heredia en Salta establecieron juntas o sociedades protectoras de la educación.

El 12 de agosto de 1821 se funda la Universidad de Buenos Aires y su primer rector fue el sacerdote Antonio Sáenz, y su sucesor, el sacerdote Valentín Gómez, adicto a Bernardino Rivadavia.

Época de la Confederación Argentina

Rosas prestaba mucha atención a sus relaciones con las clases populares; en la imagen, preside un candombe de negros.

La Confederación Argentina fue una confederación de provincias que existió entre 1835 y 1852, durante la organización de la actual República Argentina. Las provincias formaron una confederación de estados soberanos que delegaban la representación exterior y algunos otros poderes en el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas. Debido a las guerras civiles y al bloqueo del Río de la Plata, Rosas optó por reducir gastos anulando la mayor parte del presupuesto dedicado a la educación. En 1838 se suprimió en Buenos Aires la enseñanza gratuita y dejó de depender del estado provincial el pago de los sueldos de los profesores universitarios.[18]

No obstante la Universidad de Buenos Aires y el actual Colegio Nacional de Buenos Aires se mantuvieron en actividad por medio del cobro de aranceles a sus estudiantes, de sus aulas salieron los miembros de la élite porteña del período siguiente y la mayoría serían detractores acérrimos de Rosas.[19]

Además existía la Universidad de Córdoba, regenteada por religiosos católicos hasta 1820, año en que pasó a la jurisdicción provincial, y que otorgaba títulos en derecho canónico y civil.[20][21]

En Buenos Aires, la educación secundaria estuvo distribuida entre varios colegios, entre los cuales el más prestigioso era el Colegio de San Ignacio, de los jesuitas, que —cuando estos fueron nuevamente expulsados— se transformó en el Colegio Republicano Federal, regenteado por el antiguo jesuita Francisco Magesté. También había varios colegios privados, como el que dirigía Alberto Larroque.[19] En el interior había colegios secundarios en la mayoría de las capitales provinciales; el más antiguo y prestigioso era el Colegio Nacional de Monserrat. En algunas provincias era especialmente prestigiosa la educación brindada por los conventos, como el franciscano de San Fernando del Valle de Catamarca.[22]

La literatura del período fue notoriamente escasa, con excepción de la que produjeron los miembros de la Generación del 37.[23] La música, en cambio, tuvo un momento de brillo particular, llegando con Juan Pedro Esnaola a alcanzar cierta autonomía de las escuelas musicales europeas.[24] Por su parte, también la pintura logró iniciar una producción autónoma, especialmente en el campo del retrato, el paisajismo y la pintura histórica; sus representantes más destacados fueron Prilidiano Pueyrredón y Carlos Morel, y los europeos Ignacio Baz, Charles Henri Pellegrini y Amadeo Gras.[25]

Creación del sistema educativo nacional en la consolidación del Estado Nacional

Gobierno de Rivadavia

Bernardino Rivadavia introdujo el método lancasteriano en todas las escuelas de Buenos Aires; decretó la obligatoriedad escolar y fundó la Sociedad de Beneficencia, a la que encomendó dirigir escuelas para niñas. Promovió el desarrollo de la educación media, nivel aún en germen en la época, abriendo el Colegio de Ciencias Morales, sobre la base del Colegio de la Unión del Sud, y estimuló la enseñanza de la ciencia en el Departamento de Estudios Preparatorios de la universidad, que creó en 1821.[26][27]

La Constitución Nacional

La Constitución Nacional de 1853 estableció en el artículo 5 el derecho a educar y enseñar como una responsabilidad atribuida a los gobiernos provinciales.[nota 3] Uno de los pioneros en tal sentido fue el gobierno de la Provincia de Corrientes. Una ley de 1857 estableció como uno de los destinos de la renta, la fundación de escuelas. En esa dirección, se realizaron las primeras experiencias en la Provincia de Buenos Aires, que sancionó su Ley de Educación en 1875. Las bibliotecas populares en tanto, cubrían la instrucción de las mujeres y fue Juana Manso la primera Directora de una escuela mixta en Buenos Aires.

En 1864, a instancias de Bartolomé Mitre, se fundó el Colegio Nacional de Buenos Aires, sobre la base del anterior Libres del Sur, y estableció su dependencia de la Universidad de Buenos Aires. Basados en este mismo modelo institucional crecieron otros colegios nacionales en Catamarca, Tucumán, Mendoza, San Juan y Salta.

La Constitución, en el inciso 16 del artículo 67, estableció entre las atribuciones del Congreso, la de «dictar planes de instrucción general y universitaria».[28]

Gobierno de Sarmiento

Domingo Faustino Sarmiento, quien fue el principal impulsor de la moderna educación de Argentina.

El presidente Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874) hizo hincapié en actualizar el país con las prácticas de los países desarrollados. Sarmiento alentó la inmigración y el asentamiento de educadores estadounidenses (65 entre las presidencias de Sarmiento, Avellaneda, y Roca) y europeos; construyó escuelas y bibliotecas públicas en todo el país, en un programa que finalmente duplicó la matrícula de los estudiantes durante su mandato.

Sarmiento realizó una importante contribución al progreso científico. Llevó adelante de forma constante, acciones tendientes a favorecer y promover la enseñanza y creación de instituciones científicas y culturales. Promovió la de consolidación de un sistema científico independiente, enriqueciéndolo con los aportes de la más moderna ciencia europea.[29] "Durante su mandato, se crearon 800 escuelas de primeras letras, alcanzando a un total de 1816 escuelas.[30] Se ha discutido que los cambios que fueron realizados produjeron una operación de exclusión de los sectores populares.[31]

Domingo Faustino Sarmiento colaboró tanto en la educación pública como en el progreso científico de Argentina. Su obra se vio influenciada tanto por los modelos europeos como por el de Estados Unidos, que había tenido la oportunidad de estudiar en sus viajes. Este conocimiento contribuyó en su decisión de contratar maestras de Boston para trabajar en Argentina durante su gestión. En 1868 fue elegido presidente, con mandato hasta 1874, y durante su gestión se constituyó en la figura más representativa de la educación en Argentina[32]. Durante su mandato contrató educadores estadounidenses y europeos y construyó escuelas y bibliotecas en todo el país. Entre los logros más destacados se puede citar el aumento de la matrícula de estudiantes. Con apoyo nacional, las provincias fundaron unas 800 escuelas de primeras letras, alcanzando un total de 1816 establecimientos, de los cuales el 27% eran privados[33]

La población escolar se elevó de 30.000 a 110.000 alumnos, consolidando a la Argentina como el país más alfabetizado de América Latina.[34] Sin embargo, el primer censo realizado en el año 1869 dio como resultado que el 82 %[35] de la población femenina no estaba alfabetizada. si bien no había diferencia física en los espacios educativos en función del género (ya que la normativa era la misma para ambos sexos), dado que el hombre tendía a ocupar los cargos de mayor poder, los espacios que ocupaba dentro de las instituciones educativas tenían una carga simbólica mayor que los que ocupaban las mujeres.

Durante este período también abrió sus puertas la Escuela Normal de Paraná, paradigma del normalismo. El Día del Maestro en Argentina se conmemora el 11 de septiembre, fecha de defunción de Sarmiento, en honor a su trabajo en el campo educativo.

Otra figura de la época fue Juana Manso, quien durante su exilio en Montevideo durante el gobierno de Rosas, fundó en su propia casa el Ateneo de las Señoritas, donde se impartía enseñanza a las jóvenes y señoras del Uruguay. De regreso en Argentina, durante la presidencia de Sarmiento, fue nombrada directora de la Escuela Normal Mixta Nº1. Además, creó 34 escuelas con bibliotecas públicas y fue la primera mujer vocal del Departamento de Escuelas en 1869. En 1871, fue incorporada por Nicolás Avellaneda en la Comisión Nacional de Escuelas, siendo la primera mujer en ocupar ese cargo.

Con la federalización de la ciudad de Buenos Aires en 1880, esta pasó a ser gobernada por las autoridades nacionales, lo que produjo que pasaran a su jurisdicción los establecimientos públicos –incluyendo los de enseñanza- que antes pertenecían a la provincia de Buenos Aires-, y esto obligó a dictar normas al respecto.

El Presidente Julio Argentino Roca firmó el 28 de enero de 1881 un decreto creando el Consejo Nacional de Educación para el gobierno y administración de las escuelas primarias públicas ubicadas en la ciudad de Buenos Aires.

Por decreto del 1° de febrero de 1881 nombró primer Superintendente General a Domingo Faustino Sarmiento y designó consejeros a Federico de la Barra, Carlos Guido Spano, Adolfo van Gelderen, Miguel Navarro Viola y José Antonio Wilde.

Sarmiento creía que la educación puede cambiar las sociedades, pero solo si los sujetos eran educables, pues según él existían muchos bárbaros "ineducables". Sarmiento llevo adelante dos proyectos: promovió el sistema educativo más democrático de su época y, al mismo tiempo, realizó una operación de exclusión de los sectores populares o minorías.


El siglo XX presenció fases diversas en la educación argentina, abarcando periodos de estabilidad e instancias de agitación política que afectaron el sistema educativo. Las luchas por la equidad, la expansión de la educación superior, la democratización del acceso a la educación y la participación de la sociedad en la definición de políticas educativas fueron aspectos clave que influyeron en el sistema educativo del país. Asimismo, las influencias de corrientes pedagógicas internacionales, los desafíos enfrentados durante periodos de inestabilidad política, y las respuestas a las demandas cambiantes de la sociedad en diferentes épocas reflejan la interconexión entre la historia general de Argentina y su historia educativa, esencial para comprender cómo la educación ha sido un factor clave en la formación de la identidad nacional y en la configuración del desarrollo socioeconómico del país.

Las Primeras Maestras

En Argentina más del 90% de las maestras primarias son mujeres. En 1870 Nicolás Avellaneda escribía:

La experiencia ha demostrado efectivamente que la mujer es el mejor de los maestros, porque es más perseverante en la dedicación a la enseñanza, desde que no se le presentan como al hombre otras carreras para tentar su actividad o ambición y porque se halla, en fin, dotada de todas esas cualidades delicadas y comunicativas que la hacen apoderarse fácilmente de la inteligencia y de la atención de los niños.
Nicolás Avellaneda

Este tipo de apreciaciones, en consonancia con el marco cultural de la época, hicieron de la docencia una actividad predominantemente femenina. Entre 1874 y 1921 se graduaron 2626 maestras y solo 504 maestros, una proporción que se volvió aún más desigual con el correr de los años debido a la permanencia de estereotipos fuertemente consolidados.

Entre algunas de las educadoras más influyentes de los siglos XIX y XX en Argentina fueron: Matilde Filgueiras, Juana Elena Blanco, Ada María Elflein, Sara Justo, Josefina Passadori, Ángela Peralta Pino, Clara Janet Armstrong, Pía Adela Didoménico, Celia Ortiz y Clotilde González de Fernández, entre otras.

Creación del Sistema de Instrucción Pública Centralizado Estatal (SIPCE)

Época Conservadora

La educación tuvo un papel central en la construcción de la Nación, considerada una herramienta esencial para hacer del país una república. En ese marco Julio A. Roca, dos veces Presidente de la Nación entre 1880 y 1886 y entre 1898 y 1904, y máximo representante de la Generación del Ochenta sancionó la Ley de Educación Común, estableciendo su carácter obligatorio, estatal, laico y gratuito.

Durante su primera presidencia, en 1881, se produjo la primera huelga docente, las maestras de la Escuela Graduada y Superior de San Luis, reclamaban por el atraso en el pago de sus sueldos y en contra de los recortes en los salarios de todos los empleados públicos que se venían aplicando desde 1874 durante la presidencia de Avellaneda.

Literatura

Miguel Cané, destacada figura política y literaria de la Generación del Ochenta.

La gran mayoría de la literatura de la Generación del Ochenta fue producida por políticos, militares y estancieros. Sus obras, casi exclusivamente en prosa, eran relatos autobiográficos o ficcionales, contados como recuerdos. Entre los autores más destacados se pueden mencionar a Lucio V. Mansilla (Una excursión a los indios ranqueles), Eugenio Cambaceres (Sin rumbo), Miguel Cané (Juvenilia) y Eduardo Wilde (Aguas abajo).[36]

Hacia fines del siglo XIX surgió la corriente modernista, que se caracterizó por la poesía refinadamente aristocrática, la exhibición de una cultura cosmopolita y una renovación estética del lenguaje y la métrica. Entre sus cultores se encuentran Leopoldo Lugones (Lunario sentimental, La restauración nacionalista), Enrique Larreta (La gloria de Don Ramiro) y Evaristo Carriego (Misas herejes).[37]

Ya entrado el siglo XX, una nueva camada de escritores adhirió al realismo, especialmente orientado al teatro. Entre los escritores más destacados de esa corriente se cuentan Roberto Payró (Pago Chico, El casamiento de Laucha), y las primeras obras de Horacio Quiroga (Cuentos de amor, de locura y de muerte, Cuentos de la selva).[38][39]

Artes plásticas

Los pintores más destacados del período habían sido educados en Europa, aunque se esforzaban por escapar de la temática y las técnicas típicamente europeas, adscritos en general al realismo. Entre los más conocidos se encuentran Eduardo Sívori (El despertar de la criada), Eduardo Schiaffino (El reposo), Ángel della Valle (La vuelta del malón), o Ernesto de la Cárcova (Sin pan y sin trabajo).[40]

Ya iniciado el siglo XX, surgen los primeros pintores del impresionismo, como Martín Malharro y Fernando Fader, pintores de paisajes y personajes rurales.[40]

La escultura tuvo un desarrollo mucho menor, aunque se destacan autores como Lucio Correa Morales (La cautiva), Lola Mora (Fuente de las Nereidas), Rogelio Yrurtia (Canto al trabajo), o Pedro Zonza Briano.[40]

La arquitectura argentina fue esencialmente una variante de las corrientes arquitectónicas del período en Europa, y solamente unos pocos arquitectos argentinos alcanzaron renombre, como Ernesto Bunge y Juan Antonio Buschiazzo.[41]

Música

En un principio, el tango era una música de marginales, y no era raro que se bailara ente hombres.

La Argentina recibió una gran cantidad de orquestas y músicos de Europa en esos años, relegando su propia producción; el único autor nacional realmente consagrado de este período fue Alberto Williams.[42]

La música folclórica fue considerada un divertimento para pobres, un arte menor, hasta que fue rescatada desde ese puesto inferior por las investigaciones de Andrés Chazarreta.[43]

En cambio, fue justamente en este período cuando surgió el estilo musical que siempre ha caracterizado a la Argentina para el resto del mundo: el tango. Surgido como una mezcla de estilos traídos por los inmigrantes italianos y los estilos africanos de los descendientes de esclavos, durante algunas décadas fue una curiosidad de los salones de baile para las clases más humildes y los prostíbulos que frecuentaban jóvenes de clase media y alta. Fue de la mano de estos jóvenes que, a principios del siglo XX, logró ascender en la apreciación de todas las clases sociales, al mismo tiempo que autores e intérpretes destacados como Ángel Villoldo, Pascual Contursi, Ignacio Corsini o Francisco Canaro le aportaban brillo musical y refinamiento poético. Los primeros años de Carlos Gardel coincidieron con los últimos del régimen conservador.[44]

Historiografía, filosofía y sociología

En la historiografía, la herencia de Bartolomé Mitre resultó difícil de superar. Adolfo Carranza se especializó en historia colonial; Ángel Justiniano Carranza en historia naval y colonial. Posteriormente, Adolfo Saldías y David Peña dieron comienzo a la primera fase del revisionismo histórico, de raíz liberal;[45][46]

Llegando al 1900 se difundió una historiografía positivista, de estilo ensayístico, centrada en la evolución sociológica de los pueblos. En este subgénero sobresalieron Ernesto Quesada, Juan Agustín García, José María Ramos Mejía.[47]

Después del Centenario comenzó una transformación de los estudios históricos, con la aparición de la obra de Juan Álvarez y la Nueva Escuela Histórica, representada por Ricardo Levene y Emilio Ravignani, y en cierto modo también por Diego Luis Molinari, que luego viraría hacia el revisionismo.[48]

Entre los filósofos, las obras de Joaquín V. González, Leopoldo Lugones y José Ingenieros tuvieron mucha influencia en las generaciones posteriores.[49]

En la sociología pura, el Informe sobre el estado de la clase obrera, de Juan Bialet Massé, fue el primer estudio sistemático de las condiciones de vida y de trabajo de las clases pobres en el país.[50]

Ciencias

Francisco P. Moreno fue un destacado explorador, antropólogo y biólogo, que prestó invalorable ayuda a su país durante la determinación de los límites con Chile.

Entre los biólogos más destacados del período se encuentran Eduardo Ladislao Holmberg y Clemente Onelli, que fueron directores del Zoológico de Buenos Aires; Francisco P. Moreno y Juan Bautista Ambrosetti, etnógrafos y fundadores respectivamente del Museo de La Plata y del Museo Etnográfico; Carlos y Florentino Ameghino, paleontólogos.

El Instituto Geográfico Argentino, fundado en 1879 por Estanislao Zeballos, dirigió importantes expediciones, especialmente a la Patagonia. Entre los exploradores más importantes se deben mencionar a Francisco P. Moreno, Luis Jorge Fontana y Ramón Lista. El Instituto Geográfico Militar, cuyo primer director fue Manuel Olascoaga, se dedicó especialmente a la cartografía y la geodesia.

En la medicina sobresalieron los médicos Ignacio Pirovano, gran impulsor de la cirugía moderna,[51] y Guillermo Rawson, introductor del concepto científico y social de la higiene médico y cofundador de la Cruz Roja Argentina en 1880.[52]

Las ciencias exactas habían tenido un especial empuje hasta 1890, perdiendo rápidamente importancia, reemplazadas por los estudios técnicos o de ciencia aplicada.[53]

Universidades

Al comenzar el período conservador, existían pocas universidades en la Argentina: la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de Córdoba y la Universidad de Santa Fe desde 1889 (que el 17 de octubre de 1919 pasara a llamarse Universidad Nacional del Litoral, a partir de la reforma universitaria).[54] En 1897 se fundó la Universidad Nacional de La Plata, con un criterio más moderno, que obligó a modernizar las dos más antiguas.[55] Al final del período, en 1914, se fundó la Universidad Nacional de Tucumán.[56]

La más grande e importante fue siempre la de Buenos Aires, que al iniciar el período sólo contaba con las facultades de derecho y medicina. En la última década del siglo XIX incorporó las facultades de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales —que incluía la carrera de Ingeniería— y de Filosofía y Letras. A principios del siglo XX incorporó las facultades de Agronomía y Veterinaria y de Ciencias Económicas.[57]

Reforma universitaria

Córdoba tenía una antigua universidad, fundada por los jesuitas en tiempos de la colonia española, en la que se mantenían aún características elitistas y clericales. Los estudiantes universitarios de Buenos Aires, La Plata y Córdoba, pertenecientes a familias de una reciente clase media formada a partir de la gran ola de inmigrantes europeos o sus descendientes, venían organizándose en centros de estudiantes por facultad desde principios del siglo XX y comenzaban a exigir reformas que modernizaran y democratizaran la universidad. Los centros de estudiantes se habían organizado a su vez en federaciones (Tucumán, Córdoba, La Plata y Buenos Aires) y en abril de 1918 fundaron la Federación Universitaria Argentina (FUA), como organización gremial representativa del estudiantado argentino.

A fines de 1917, una ordenanza de la Universidad de Córdoba suprimiendo el internado en el Hospital de Clínicas dependiente de la Universidad, desató el descontento de los estudiantes cordobeses que solicitaron a las autoridades universitarias la revisión de las medidas. El 20 de marzo el Consejo Superior resolvió «no considerar ninguna solicitud» y el 31 de marzo los estudiantes declararon una huelga general y pidieron la intervención de la Universidad por el gobierno nacional.

Final del régimen conservador

En las primeras décadas del siglo XX la población escolar se duplicó, alcanzando prácticamente al 70% de los niños de 6 a 13 años de edad. Hacia 1910, en el marco de los festejos del Centenario, se profundizaron los contenidos patrióticos a fin de consolidar una concepción unificadora de la identidad nacional. En esta línea de acción, se había sancionado la Ley Láinez, que señalaba claramente el influjo del Estado nacional en los sistemas educativos provinciales. Por otra parte, en la universidad tuvo lugar una profunda democratización en los claustros, a través de la Reforma universitaria de 1918. Paralelamente, la discusión sobre la reforma en la enseñanza media entre 1916 y 1917, giró en torno al proceso de ampliación política.[cita requerida]

El impulso del Estado a la educación pública universal entró pronto en contradicción con el sistema político restrictivo. Las consecuencias de esta tensión estallaron en las primeras décadas del siglo XX, cuando los nuevos sectores medios en expansión pusieron fin al régimen conservador. La relación entre el gobierno y la docencia se fue deteriorando durante la década de 1920. A la demanda de mejores condiciones laborales se sumó la irritación que produjo entre los docentes el cambio de rumbo del radicalismo, el gobierno de Marcelo T. de Alvear se alió con los conservadores y colocó a funcionarios políticos en los cargos directivos en el sistema escolar. Las gestiones de los dos ministros de Educación de Alvear, Iylarcó y Antonio Sagarna se caracterizaron por las deficiencias administrativas, la escasez presupuestaria y el mal estado de los edificios. En 1914 en el país había 1.485.785 niños tenían entre 6 y 14 años y 863.290 estaban inscritos en la escuela primaria, el 58% sobre la población escolar. Había 26.689 maestros y 7.575 escuelas. En 1932 había 2.239.117 niños tenían entre 6 y 14 años; el porcentaje de inscripción en la primaria se mantenía prácticamente igual (69,01%); 53.838 maestros. Agustín P Justo tuvo tres ministros de Educación, durante su gobierno se suprimieron los centros de estudiantes en los colegios secundarios. El gobierno persiguió a los docentes que tenían posturas radicalizadas, laicistas.[58]

Las primeras cuatro décadas del siglo XX presenciaron un gran crecimiento de la educación religiosa católica: era la época en que se pudo afianzar el «mito de la nación católica». Entre las escuelas privadas de carácter religioso se destacaron nuevas escuelas como el Colegio San Agustín y el Belgrano Day School en Capital Federal, el Colegio Ward en Villa Sarmiento o el Colegio Santo Domingo en Ramos Mejía, fundados en 1907, 1912, 1913 y 1915, respectivamente.

Educación técnica

La educación técnica en la Argentina tiene una larga historia de ya más de un siglo. Su primera manifestación se dio en 1871, en los colegios nacionales de Salta (con el Departamento Agronómico Anexo), y de San Juan y Catamarca (con los departamentos de minería), de acuerdo a documentos de la Academia Nacional de Educación.

En 1897, se creó en Buenos Aires el Departamento Industrial como anexo de la Escuela de Comercio Carlos Pellegrini. Para 1899 se independiza, transformándose en la primera escuela industrial de la Nación, con el nombre de Escuela Técnica Otto Krause. Esta fue creada bajo el modelo alemán de escuela tecnológica orientada a los principales procesos productivos: mecánica, química, electricidad y construcción. Hacia 1910 era un instituto de prestigio internacional, al punto que sus egresados comenzaron a tener posiciones de relevancia en la industria, desplazando en muchos casos a los ingenieros universitarios.

Paralelamente, se produjo el surgimiento de las llamadas «escuelas de artes y oficios», como fue el caso de las escuelas Raggio fundadas en 1924. Estas escuelas tenían la particularidad de integrar en un mismo espacio disciplinas técnicas y artísticas, vinculadas con movimientos como el Arts and Craft y escuelas similares europeas como la Bauhaus (1919-1933).

Se puede decir que la pujanza industrial del primer cuarto de siglo llevó a la consolidación de las escuelas técnicas.[59]

Modernizaciones sociales y educativas en los comienzos del peronismo

La revolución de 1943 y los diez años del primer peronismo presenciaron una serie de cambios en la educación argentina. Para empezar, la prohibición de la educación religiosa en escuelas públicas, que se había mantenido durante décadas, fue dejada de lado: la dictadura del general Pedro Pablo Ramírez restableció la obligatoriedad de la enseñanza de la religión católica en las escuelas públicas. Cuando, en 1946, asumió finalmente el Congreso Nacional, los diputados de la oposición supusieron que sería fácil explotar el sentimiento anticlerical de los diputados peronistas de origen sindical; pero el decreto se convirtió en ley casi sin discusión. No obstante, en 1955 la enseñanza religiosa en las escuelas no fue solamente abandonada, sino directamente prohibida en todos los institutos técnicos. Esto ―sumado a otras leyes como la Ley de Divorcio promulgada en 1953― acentuó el conflicto de Perón con la Iglesia católica.[60] El Congreso aprobó el Estatuto para el Personal Docente de los Establecimientos de Enseñanza Privada y el Consejo Gremial de Enseñanza Privada

El gobierno de Juan Domingo Perón favoreció la educación técnica y logró que la población alfabetizada se acercara por primera vez al 100%. Pero también el sistema educativo sirvió para reforzar el carácter casi hegemónico del régimen peronista, especialmente por la continua mención de las figuras de Juan y Eva Perón, que figuraban inclusive en los textos de enseñanza primaria, en lo que sus opositores vieron como un caso de culto a la personalidad.

La enseñanza media normal pasó de 48.794 alumnos en 1943 a 97.306 en 1955, es decir que duplicó su población en este período. En 1943, era estatal el 61,87% de los establecimientos de enseñanza media normal y privado el 38,13%; en 1955 eran públicos el 69,35% y privados el 30,65%.[61]

Durante el gobierno de Perón (1946-1955), la implementación del Estado de bienestar provocó una gran ampliación del consumo. Esto más el desarrollo y puesta en práctica de los derechos sociales, repercutieron en la extensión de la matrícula educativa.[60] Para la educación secundaria, el gobierno creó en 1947 las «escuelas fábrica», centros de enseñanza de múltiples oficios artesanales. Los alumnos recibían sin cargo desayuno, almuerzo, herramientas, libros, elementos de estudio y vestimentas de trabajo.[62]

Peronismo y universidad

La sede actual de la Facultad de Medicina en construcción en 1940.

Identificada por la oposición como un régimen fascista, la dictadura surgida en 1943 fue enfrentada por amplios sectores de clase media y alta, incluidas las universidades: tanto profesores como alumnos participaron en demostraciones y en documentos públicos exigiendo el regreso a la democracia. La elección presidencial de Perón, que había sido miembro destacado de la dictadura, llevó a estos sectores universitarios a continuar su oposición. Tanto la dictadura como el gobierno de Perón respondieron cesanteando a gran cantidad de profesores y alumnos. Los historiadores antiperonistas hacen hincapié en el desarrollo de una estructura de investigación, docencia y actividad intelectual paralela al sistema universitario que estuvo en actividad durante esos años con la participación de los docentes marginados —casi siempre se menciona el caso de la Fundación Campomar, con su laboratorio dirigido por Luis Federico Leloir. SI bien es relativamente cierta la respuesta peronista al fenómeno, que lo identifica como una reacción elitista, el hecho es que esta «Universidad en las sombras» fue la que se hizo cargo de la enseñanza superior tras el derrocamiento de Perón, cuando tocó a su vez a los docentes peronistas ser expulsados de sus cátedras.[63]

En 1947 fue sancionada la Ley 13.031 que estableció un nuevo régimen para las universidades nacionales; fue la primera ley de educación del gobierno justicialista. Según Susana Roldán,[64] tras 15 años de democracias restringidas e intervenciones militares sobre los gobiernos civiles, la nueva Ley de Educación Superior puso a las universidades bajo la órbita de una democracia sin proscripciones. La Ley Nº 13.031 —denominada Ley Guardo en honor al diputado justicialista creador de su articulado— puso punto final a la larga vigencia de los cuatro artículos de la Ley Nº 1.597 de 1885, la “Ley Avellaneda”, que había oficiado de único marco legal hasta entonces. Los dirigentes de la oposición acusaron al peronismo de sancionar la ley para imponer su hegemonía y para vengarse de la participación de los estudiantes en las manifestaciones contra la dictadura en 1945. También declararon que la ley ponía fin a la Reforma Universitaria. Los peronistas, en cambio, la consideraban la culminación y confirmación de la Reforma.[65]

Según el historiador Félix Luna, la ley establecía que desde el rector hasta el último titular de cátedra eran designados por decreto, se suprimía la autonomía funcional y financiera y se establecía la pena de expulsión a quienes actuaran «directa o indirectamente en política.» La representación estudiantil fue eliminada de los consejos, se introdujo la exigencia de un certificado policial «de buena conducta» sin el cual no se podían proseguir los estudios, y comenzó a haber policías de civil omnipresentes en aulas y oficinas universitarias.[66]

Dos años después, el 20 de junio de 1949, Perón estableció la gratuidad de la enseñanza universitaria y terciaria a través del decreto 29.337. Se aseguraba así el acceso irrestricto del pueblo a la cultura, a la educación superior y a la formación profesional universitaria, eliminando la imposición de los aranceles vigentes y estableciendo que "como medida de buen gobierno, el Estado debe prestar todo su apoyo a los jóvenes estudiantes que aspiren a contribuir al bienestar y prosperidad de la Nación, suprimiendo todo obstáculo que les impida o trabe el cumplimiento de tan notable como legítima vocación".

En el año 1954 fue sancionada una nueva Ley, la 14.297. En ella se incorporaban algunos otros postulados de la Reforma Universitaria, como la definición de la extensión y la participación directa de los estudiantes. Esta ley profundizó la participación estudiantil en el gobierno de las Facultades, otorgándoles el derecho al voto.[67][68]

En 1948 se creó la Universidad Obrera Nacional (UON) para formar «ingenieros de fábrica», capacitados para crear procesos de producción. Se pensaba en un perfil profesional más práctico que el de los ingenieros tradicionales. Sus alumnos tenían la obligación de trabajar en su especialidad y cursaban una carrera de cinco años. La Universidad logró funcionar a pleno a partir de 1953, con sedes en las ciudades de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Rosario, Bahía Blanca, La Plata y Tucumán. Tras el golpe de Estado de 1955, se transformó en la actual Universidad Tecnológica Nacional.[69]

Así como la matrícula secundaria se duplicó entre 1943 y 1955, la matrícula universitaria se triplicó en estos años.[70]

El Día del Maestro

El 11 de septiembre de 1943, la Primera Conferencia de Ministros y Directores de Educación de las Repúblicas Americanas resolvió homenajear la figura de Domingo Faustino Sarmiento como educador, declarando al 11 de septiembre el Día del Maestro en todos los países hispanoamericanos. La resolución decía:

Considerando: que es actividad fundamental de la escuela la educación de los sentimientos, por cuyo motivo no debe olvidarse que entre ellos figura en primer plano la gratitud y devoción debidas al maestro de la escuela primaria, que su abnegación y sacrificio guía los primeros pasos de nuestras generaciones y orienta el porvenir espiritual y cultural de nuestros pueblos; que ninguna fecha ha de ser más oportuna para celebrar el Día del Maestro que el 11 de septiembre, día que pasó a la inmortalidad, el año 1888, el prócer argentino Domingo Faustino Sarmiento.

Implementación del imaginario pedagógico desarrollista

Golpe de 1955, universidades privadas y desarrollismo

Tras el Golpe de Estado de 1955, que derrocó a Perón, la dictadura de Aramburu e Isaac Rojas expulsó a profesores simpatizantes del peronismo de las escuelas y universidades. La persecución motivó a muchos docentes a exiliarse. En los meses siguientes cientos de profesores fueron despedidos, renunciaron a sus cátedras o abandonaron el país. Emigraron 301 docentes universitarios de los cuales 215 se dedicaban a la investigación científica.[71][72] La Marcha de la Libertad (marcha militar en Argentina símbolo de la Revolución Libertadora, que derrocó al gobierno constitucional de Juan Domingo Perón en 1955) fue impuesta obligatoriamente dentro de las escuelas, mostrando un gran despliegue del aparato de propaganda.[73]

Protesta obrero-estudiantil Laica o Libre.

Hacia mediados del siglo XX, por decisión del Ministro de Educación demócratacristiano Atilio Dell'Oro Maini, en el decreto-ley del 22 de diciembre de 1955, se permitió la creación de universidades privadas con capacidad para entregar títulos y diplomas académicos. El 8 de junio de 1956 fue creada la Universidad Católica de Córdoba entre otras instituciones educativas superiores privadas.

Pero durante el gobierno del Presidente Arturo Frondizi, en el año 1958, hubo un movimiento laicista creado a partir de la sanción de dos leyes sancionadas durante ese gobierno: la aprobación del Estatuto del Docente y la que habilitó a las universidades privadas a emitir títulos profesionales. Fue sin dudas esta última la que motivó una gran protesta estudiantil conocida como "Laica o libre". El 28 de agosto de 1958 los siete rectores de las siete universidades nacionales (entre ellos José Peco, Josué Gollán, Oberdán Caletti y el hermano del presidente de la Nación, Risieri Frondizi), pidieron al Poder Ejecutivo Nacional, la no concertación del decreto. El 19 de septiembre de 1958 hubo otra concentración en el mismo lugar, esta vez convocada por la FUA con apoyo de casi todos los partidos políticos, medio centenar de sindicatos y de algunas universidades extranjeras, que reunió unas 250 000 personas en contra del proyecto. También se produjeron movilizaciones masivas en Córdoba, Rosario, Tucumán y fundamentalmente los partidos de la provincia de Buenos Aires y Mar del Plata.[74] En la UBA en la Facultad de Derecho grupos minoritarios del nacionalismo de derecha que apoyaban la ley, se habían constituido como “Comando de Resistencia Universitaria", a fin de evitar por la fuerza cualquier tipo de manifestación interna contra la ley de Frondizi.[75] La iglesia se hizo sentir durante los intensos debates sobre la nueva Ley de Educación Superior que permitía a las universidades privadas otorgar títulos habilitantes y subsidiaba a la educación privada, en su gran mayoría en manos de la iglesia católica. El apoyo de Frondizi a la ley desató intensos debates entre sus allegados y provocó la renuncia de su vicepresidente Gómez.

Finalmente, el sector de radicales frondicistas, demócratacristianos, nacionalistas católicos y aliados, liderado por el presidente Frondizi, logró consagrar la aprobación de esta reforma, que permitió otorgar personería jurídica a nuevas universidades, como la Universidad Católica Argentina en 1959. Frondizi esperó el mes de febrero de 1959 -cuando los establecimientos educativos estaban en receso- para reglamentar la ley, evitando así nuevas movilizaciones. Su hermano Risieri lo acusó entonces de haber abandonado el programa con el que pueblo lo había votado el 23 de febrero de 1958.

A partir de los comienzos de los años sesenta comenzaron a soplar aires de renovación en las aulas: surgieron cuestionamientos y empezó a fortalecerse la opción de la educación problematizadora ―influida por el educador brasileño Paulo Freire― y las nuevas corrientes pedagógicas. Al mismo tiempo cientos de profesores que se habían exiliado durante la dictadura autodenominada Revolución Libertadora regresaron al país.

Proyectos educativos represivos

Interrupciones militares

En la Noche de los Bastones Largos (29 de julio de 1966), la Policía Federal detuvo a unos 400 profesores universitarios, y destruyeron varios laboratorios y bibliotecas universitarias. En La Noche de los Lápices (16 de septiembre de 1976), varios estudiantes secundarios fueron torturados y asesinados por las fuerzas represivas. En 1974 durante el breve interregno democrático se sanciona la ley 20.654, que establecía que la responsabilidad en la designación de los profesores quedaba totalmente en manos de los Consejos Superiores mientras que los salarios continuaban fijándose desde el Poder Ejecutivo Nacional.[76]

Durante la Dictadura de 1976-1983 se llevó a cabo una sistemática labor de censura, en la cual se quemaron cientos de miles de libros. Así se quemaron 90.000 ejemplares de Eudeba[77][78] El retorno a la democracia, en 1983, permitió cambios y transformaciones que continúan en implementación y evaluación permanente.

Restauración de la democracia y educación

Segundo Congreso Pedagógico Nacional de 1984

En 1984, por la ley N° 23.114, el gobierno radical de Raúl Alfonsín convocó a un Congreso Pedagógico Nacional supuestamente para atender las deficiencias del sistema educativo pero con el fin de definir si la Educación Pública debía ser Estatal o no Estatal, de lo que dependería si los colegios privados seguirían recibiendo apoyo económico del Estado y si los padres de ingresos medios y bajos podrían elegir el tipo de educación para sus hijos en escuelas de gestión privada.[79]

Cabe tener en cuenta que en la Argentina viene de lejos la antinomia educación (enseñanza o escuela) pública—educación privada. Y durante aquel Congreso pedagógico se enfrentaron dos enfoques respecto de la misma.

Raúl Alfonsín confió la organización del congreso a su equipo educativo, encabezado en 1984 por el ministro Carlos Alconada Aramburú, y el diputado Adolfo Stubrin, ambos con enfoques estatistas.

El Enfoque estatista era impulsado por radicales y comunistas; y el Enfoque no estatista, que finalmente fue el que triunfó, fue defendido por la Conferencia Episcopal Argentina, el Partido Demócrata Cristiano, el Partido Justicialista, la Unión del Centro Democrático, el Movimiento de Integración y Desarrollo y una enorme movilización de padres de familia que tenían a sus hijos en colegios privados. En aquella convocatoria llegaron a participar 400.000 personas.

La asamblea nacional se realizó en Embalse de Río Tercero (Provincia de Córdoba), en marzo de 1988 y triunfó el enfoque no estatista. A partir de entonces, el sistema educativo en la Argentina es de Educación Pública (de Gestión Estatal o de Gestión Privada).[80] La vuelta a la Democracia significó la actualización de los contenidos curriculares, ya que, muchos de los programas databan de la época de la última dictadura militar.

Década del 90: La reforma durante el gobierno de Carlos Saúl Menem (Ley 24.195)

A partir de los años noventa, bajo la presidencia del Carlos Saúl Menem en reacción a la crisis socio-económica del país de 1989, se inició un proceso de reformas para retornar a la estabilidad y al crecimiento. Paralelamente se inició una reforma educativa, que buscaba mejorar la calidad de los alumnos extendiendo el ciclo básico a 10 años y acercando las decisiones educativas a los ciudadanos. El nuevo paradigma educativo estaba basado en buscar incrementar la competitividad de la población activa en el mercado del trabajo.[81]

El 14 de abril de 1993 se sanciona la Ley Federal de Educación N° 24.195. La metodología de la reforma incluía la experiencia de la descentralización de la educación, pasando numerosos colegios de las manos del Estado nacional a los distintos estados provinciales, y formulándose una reestructuración del régimen de enseñanza primaria, pasándose de un ciclo de 7 años obligatorios a uno de 9 años llamado E.G.B. –Escuela General Básica- (similar al proyecto de reforma educativa de España durante la dictadura de Francisco Franco, dividido en tres ciclos de tres años cada uno (EGB 1, EGB 2, y EGB 3). Finalizado el 9° año de la EGB3, se podía acceder al Nivel Polimodal, que ya no era obligatorio.

Al tener la decisión cada provincia sobre la estructuración de sus planes de estudio, se llegaron a establecer tantas orientaciones que la movilidad de un estudiante de una provincia a otra fue caótica, de hecho, ya lo era al interior de algunas provincias debido a que la implementación de la estructura académica se dio de manera diferenciada sin que prevalezca una modalidad en particular.[82]

Estas medidas (en consonancia con medidas similares de todo el continente) serían criticada por numerosos sectores docentes e intelectuales universitarios, como por ejemplo Coraggio,[83] María Alejandra Corbalán[84] y Guillermina Tiramonti.[85] El modelo educativo en esta etapa entró en una crisis percibida socialmente desde varios los sectores.[86][87]

El programa de la desregulación y la privatización, condujeron a la descentralización del sistema de la escuela media argentina, por lo que, a partir de 1992, la administración y la financiación de las escuelas se convirtieron en una responsabilidad provincial. La debilidad de la política, sin embargo, radica en que la coparticipación federal no aumentó acorde, sobre todo teniendo en cuenta la decisión de mover dos años de la escuela secundaria a la primaria.[88]

Las tradiciones curriculares se alteran cuando se altera la tradición pedagógica (Goodson 2003), durante el Congreso Pedagógico Nacional, se primó una vuelta a lo epistémico y la extensión y obligatoriedad desde el nivel inicial, primario y secundario, fue un proceso que se inició en 1993 hasta 1999.

Gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner

En 2006 se sanciona la Ley de Educación Nacional N° 26.206 que deroga la anterior Ley Federal de Educación del menemismo. Esta reforma trae importantes cambios en el sistema educativo argentino. Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en 2011 el 99,0% de la población de 6 a 11 años asistía al nivel primario y, el 96,5% de los jóvenes de 12 a 14 años asistía al nivel secundario. En lo que respecta a educación durante el denominado periodo kirchnerista (2003-2015), se destacan las siguientes políticas y reformas:

  • La Ley de Educación Nacional (Ley N° 26.206), que permitió la reestructuración de la primaria y la secundaria, y la reglamentación que establece que el presupuesto de educación no puede ser menor al 6% del PBI.[89]
  • El programa Más escuelas, destinado a la construcción de escuelas en todo el país. Inicialmente proyectadas unas 700 escuelas con financiamiento del BID.[90] Cifra finalmente superada llegando a 1830 escuelas terminadas y 9930 en obra para el año 2015.[91]
  • Creación del Programa de Voluntariado Universitario, que lleva financiados más de 2.000 proyectos al 2010, con el fin de integrar el conocimiento teórico y práctico aprendido en los claustros de la Universidad Pública con las problemáticas más urgentes del país.[93]
  • El programa Conectar Igualdad fue creado en abril de 2010 con el objetivo de disminuir la brecha digital, fomentar la alfabetización digital entregando una netbook a todos los estudiantes y docentes de las escuelas públicas secundarias, de educación especial, y de los institutos de formación docente. Capacitando a los docentes en el uso de esta herramienta, y elaborar propuestas educativas que favorezcan su incorporación en los procesos de enseñanza y aprendizaje.[94] Para el año 2013 ya se habían entregado 3 millones de computadoras, y además se construyeron 1428 aulas digitales en todo el país.[95] El programa recibió premios en el extranjero y de diferentes organismos internacionales, entre ellos una distinción del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y por la Cumbre Iberoamericana, entre otros.[96][97]
  • Creación del Instituto Nacional de Formación Docente (INFoD) que se inaugura en 2007. Otorgando validación nacional a todos los Institutos de Formación Docente -no universitarios- y garantizando la formación continua de los docentes egresados.[98]
  • El CONICET financia actualmente más de 16.000 científicos entre investigadores, becarios y personal de apoyo, frente a los 8.000 que financiaba en 2003. Entre todos los programas de becas del Estado Nacional, son más de 55.000 estudiantes de educación superior que están siendo becados. El 7 de octubre de 2013, se repatrió a la científica número 1.000.[99]
  • Desde 2010 se aplica el Programa de Apoyo para el Desarrollo de la Infraestructura Universitaria, Entre sus obras el edificio único de la Facultad de Ciencias Sociales, que ya cuenta con 2 etapas finalizadas que representan una inversión de más de $27 millones de pesos

El presupuesto para universidades nacionales pasó de $1.992 millones en 2003 a $13.258 millones en 2011. Desde 2003, se crearon 9 Universidades Nacionales, de las cuales 6 están ubicadas en el Gran Buenos Aires (La Universidad Nacional Arturo Jauretche en Florencio Varela; la Universidad Nacional de Avellaneda; Universidad Nacional de Moreno; Universidad Nacional del Oeste, en Merlo, y la Universidad Nacional de José C. Paz) y 3 en el resto del país (la Universidad Nacional del Chaco Austral; Universidad Nacional de Villa Mercedes, en San Luis y la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur).

Según datos del último censo nacional la tasa de analfabetismo es del 1,9%, siendo la segunda más baja de Latinoamérica.[100][101] En la última década se han creado 9 nuevas universidades, mientras que el egreso de estudiantes universitarios aumentó un 68%.[102]

El estado de los establecimientos educativos se mantuvo durante las últimas décadas en condiciones precarias, haciéndose más profundo el deterioro en el interior del país, sobre todo en el norte y en el sur de la Argentina, donde tres de cada diez escuelas no están en condiciones para dar clases y el 70% tiene falencias graves.[103] [104] [105] [106] [107]

Macrismo

Durante los primeros años de macrismo se realizaron las pruebas Aprender para evaluar el estado de la educación en el país cuyos resultados muestran múltiples inequidades. A los alumnos del último año del secundario les cuesta resolver operaciones matemáticas en general, pero las dificultades se agudizan en las escuelas estatales, ya que el 77,7% de los alumnos están en el nivel básico o debajo del nivel básico y solo el 1,9% en el nivel avanzado. En Lengua el 46% de los alumnos se encuentran por debajo del nivel esperado.[108]

En 2017 se dio a conocer un informe de UNICEF, en el cual se menciona que más de la mitad de los chicos entre 10 y 18 años no terminan la escuela secundaria en Argentina.[109]

A partir de todos estos datos, desde la administración del presidente Mauricio Macri, se creó “Secundaria 2030” aprobado por unanimidad desde el Consejo Federal de Educación. El objetivo es que cada jurisdicción elabore un Plan Estratégico del Nivel Secundario para el periodo 2018-2025; luego deberá ser aprobado por el Ministerio de Educación Nacional y estará alineada a una mirada macro con las siguientes características:

  • Trabajo por proyectos: Abarca seis capacidades puntuales: resolución de problemas; pensamiento crítico; “aprender a aprender”; trabajo con otros; comunicación; compromiso y responsabilidad, junto con el desarrollo de competencias digitales.
  • Otras vías de calificación: Cada chico rinde aproximadamente 30 exámenes por año en la escuela secundaria sumado a otros 10 finales. Para reducir la deserción se darán notas por proyectos, calificaciones por desempeño y considerar el progreso del alumno fuera de las evaluaciones tradicionales.
  • Prácticas educativas en la comunidad: Los alumnos de los últimos años de bachilleres, orientados y evaluados por sus docentes, deberán colaborar en empresas u ONG tras el objetivo de aplicar los conocimientos a la práctica.
  • Docentes: Se pretenderá que los docentes trabajen a lo sumo en dos escuelas.
  • Formación docente: se estipulan capacitaciones desde iniciales hasta continuas hacia el nuevo modelo de proyectos interdisciplinarios.[110]

Véase también

Notas

  1. La donación de Belgrano era el equivalente al cuatro por ciento de las exportaciones del país. Estas escuelas fueron inauguradas 191 años después, con la inauguración de la Escuela número 452 Legado Belgraniano en julio de 2004. En 1813 se había comenzado a construir una de las escuelas en Jujuy, pero el avance de las tropas realistas hizo paralizar las obras y 12 años después se inauguró una que funcionó únicamente por 3 años. En 1974, el entonces presidente Juan Domingo Perón inauguró la escuela en Tarija, ya parte del territorio de Bolivia. En 1997 se construyeron las escuelas de Santiago del Estero y Tucumán.[15]
  2. Durante la administración provincial de López se construyeron nuevos edificios escolares, contando para la década de 1830 con una escuela cada setecientas personas. Se dictó que era obligatorio enseñar latín, primeras letras, aritmética, geografía, historia americana y filosofía.[16]
  3. «Artículo 5: Cada Provincia Confederada dictará para sí una Constitución bajo el sistema representativo republicano, de acuerdo con los principios, declaraciones y garantías de la Constitución Nacional; y que asegure su administración de justicia, su régimen municipal y la educación primaria gratuita. Las constituciones provinciales serán revisadas por el Congreso antes de su promulgación. Bajo de estas condiciones el Gobierno Federal, garante a cada Provincia el goce y ejercicio de sus instituciones». Constitución de la Confederación Argentina. 1 de mayo de 1853. Véase el texto completo en Wikisource

Bibliografía

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Referencias

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