Enrique Mackay Monteverde

Enrique Mackay Monteverde (Nacido el 21 de enero de 1876 en Santa Cruz de Tenerife, España) fue un ingeniero de montes de la administración forestal española. Fue el responsable de la restauración forestal de la sierra de Cazorla, llevada a cabo a finales del S.XIX y principios del S.XX. También ocupó cargos de gran importancia dentro de la administración forestal española y en la escuela de montes de El Escorial.

Enrique Mackay Monteverde

Enrique Mackay
Información personal
Nacimiento 21 de enero de 1876
Santa Cruz de Tenerife, España
Fallecimiento 10 de enero de 1974
Cazorla
Educación
Educación Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Montes
Información profesional
Ocupación Ingeniero de Montes
Años activo 1898-1940; 1944-1946
Cargos ocupados Director de la Escuela de Montes de Madrid y Presidente del Consejo Forestal

Biografía

Henry nació en Santa Cruz de Tenerife el 21 de enero de 1876. Es el segundo de los 10 hijos de Harrison Briggs Mackay, estadounidense dedicado a los negocios de ultramar y cónsul de su país en Santa Cruz, y de Josefa Monteverde Traveso, hija de José de Monteverde y Bethencourt, gobernador de las Canarias durante doce años y de una familia de abolengo del archipiélago. Para Henry, de nacionalidad estadounidense, su padre era un infatigable viajero por el ancho mundo y reputado empresario. Su madre era una dama bondadosa, muy católica, con una activa labor caritativa y social y volcada en sus hijos. Los Monteverde y Bethencourt, abuelo y tíos de Henry, militares, ingenieros y científicos eminentes, eran héroes para el niño.

Su familia canaria

Al fallecer su padre, Josefa Monteverde se traslada a La Laguna con sus hijos. En 1890 Henry termina el bachillerato con sobresaliente en el Instituto de Canarias y empieza a españolizar su nombre. Para colmo de desgracias, había quebrado la entidad donde tenían su dinero y su madre, en una situación desesperada, decide dejar dos hijos con sus dos hermanos y otros dos marchan a EE.UU con la familia americana.

La carrera al amparo de su tío Tomás Monteverde

Ella conocía las excepcionales cualidades de su hijo Enrique y su capacidad para los estudios, por lo que lo manda a la península con su tío Tomás, que tiene un hijo, Félix, de su misma edad. Su protector es otro ilustre Monteverde, coronel de Estado Mayor, ayudante de órdenes de la Reina Regente M.ª Cristina e instructor y consejero de Alfonso XIII. El dominio de Enrique por las Matemáticas y quizá el modelo de sus antepasados ingenieros, inclinaría a los jóvenes por estudiar ingeniería. El curso preparatorio en la Escuela Politécnica de Zaragoza (1892-93) y la carrera en la Escuela Superior de Montes de El Escorial (1893-98), tras adquirir la nacionalidad española el 24 de febrero de 1893. Estos ocho años en casa de su tío y en la escuela de Montes, son trascendentes para Enrique, porque capta de primera mano el ambiente cultural, social y político de la España y la Europa de la época, lo que se reflejará en su claridad de análisis y en la madurez de su posicionamiento a lo largo de su trayectoria humana y profesional. En julio de 1898, con 22 años, Enrique Mackay había terminado sus estudios de Ingeniero de Montes con calificación de sobresaliente, siendo el n.º 1 y el más joven de su promoción y de España, querido y admirado por profesores y compañeros.

Su primer destino, Cazorla

El 24 de octubre de 1898 el Director General de Agricultura le comunica su nombramiento como Ingeniero Aspirante y su ingreso en el Escalafón del Cuerpo Nacional de Ingenieros de Montes y, en noviembre, se incorpora a su primer destino, Cazorla, el más temido entre los forestales por los serios inconvenientes con los que entonces había que luchar, que ahuyentaban a todo ingeniero que aparecía por su sierra. Fue enviado con la misión de dirigir los primeros proyectos de ordenación aprobados en 1893, que tenían graves problemas en su ejecución iniciada el 24 de mayo de 1896.

Regeneracionista. Su cruzada en las sierras de Jaén

Aunque desde un principio fueron innumerables los inconvenientes a su labor, él decide quedarse en Cazorla para acometer su “cruzada”. La publicación de su artículo “El distrito Forestal de Jaén” en febrero de 1904 marca el comienzo para una nueva era de recuperación de estas sierras, que el mismo Mackay emprendió. Se alinea con los sectores intelectuales que tras 1898 expresan en sus escritos una dura denuncia, su desencanto ante la situación española, si bien él propone directrices para la necesaria lucha. Es un escrito documentado, objetivo, que enmarca a Enrique Mackay en los ideales del Regeneracionismo, talante que caracterizará toda su obra posterior.

Su familia en Cazorla

Una de las razones de la permanencia de Mackay en Cazorla es su matrimonio en agosto de 1902 con María Moreno Martínez, hija de Manuel Moreno Tallada, hacendado y primer empresario de Cazorla. Tuvieron 12 hijos, todos nacidos en Cazorla, de los cuales sobrevivieron hasta edad adulta sólo seis hijas.

Fotógrafo

Desde que llegó a Cazorla, acompañaba sus trabajos y conferencias con ilustrativas fotografías de la Sierra, que él mismo revelaba y proyectaba. Sabía plasmar cualquier escena emotiva: los familiares, el pueblo y su entorno y la sierra. Refleja su mundo social y profesional, la pequeñez del hombre ante el inmenso paisaje y esos grupos de personas que le rodeaban (familiares junto a ingenieros, guardas, peones y serranos).

La ordenación de montes

Comienza su experiencia ordenadora como jefe de la 2.ª brigada de ordenación de la provincia de Jaén. El 7 de enero de 1899 se hace cargo de la redacción de la Primera Revisión de Navahondona, que terminará en 1909, siendo pionero en orientar los aprovechamientos armónicamente con la situación “natural” del monte. Diez años más tarde, con 43 años, redactaría la citada Revisión Periódica de 1919, obra de madurez, resultado de su intensa investigación e intervención, que sería la base de la recuperación definitiva de la sierra y del cambio de la ciencia forestal española en ordenación de montes: gestión integral y racional de los recursos naturales.

Su amor a la sierra

Las aportaciones de Mackay a la ordenación son fruto de esa experiencia gestora y planificadora en Cazorla, que sobrepasa lo profesional, pues “vivió enamorado de esta parcela forestal de España” (Lería de la Rosa, 1974). El éxito de Mackay está en la paulatina y exitosa regeneración de la sierra, por lo que es llamado y llevado a Madrid en 1929 para que sus conocimientos y métodos puedan servir a todos los forestales. Su discípulo Alberto Madrigal lo expresa de una manera bellísima: “Cuando lo trasladan a Madrid, se lleva a Cazorla dentro. Cuando ya no está en Cazorla,…¡Cazorla está en Mackay!”.

“El saber hacer y saber decir forestal”

Según Madrigal, una de las claves del éxito de la labor de Mackay es “el compendio del saber hacer y de saberlo contar”. Las “revisiones junto con la gestión que don Enrique viene realizando en Cazorla, constituyen un auténtico monumento al saber hacer forestal, en el que aprenderán su oficio muchos forestales que van a pasar por estas serranías”. Su “saber decir” está en sus escritos, artículos y conferencias, en su docencia en la Escuela, en sus tertulias forestales y en la sabia dirección de todos los ingenieros a sus órdenes. En la esfera profesional siempre encontró un ambiente muy propicio a sus ideas, porque siempre convenció y entusiasmó.

Su imagen

Era distinguido, elegante y apuesto, de casi 1,90 metros. Los cazorleños tienen grabada su imagen habitual a caballo, camino de la sierra. Iba perfectamente enchaquetado, tocado con un salacot, a lomos de Manrique, acompañado de su fiel paje Zanquitas y del perro Moro. Todos los que lo veían, lo saludaban con mucho respeto, porque don Enrique mandaba en la Sierra.

Su familia forestal

Guardas forestales en la Nava de San Pedro (1920)

Va a formar equipo con otros ingenieros, apoyándose en los ayudantes y la guardería. Según sus hijas, sentía predilección por los guardas, siempre a pie de monte, colaboradores esenciales en su obra. Ellos lo veneraban. Escribe uno de sus discípulos en Cazorla, Eduardo García Díaz (revista Montes, 1950): “Para auxiliar a don Enrique Mackay en aquellos proyectos fueron agregados a la Brigada dos ingenieros, que acababan de terminar la carrera (1920), uno de los cuales tuvo la suerte de ser el que estas líneas escribe. Decimos que “tuvo la suerte” porque el haber comenzado el ejercicio de la profesión a las órdenes de don Enrique fue como recibir un bautismo de austeridad, de trabajo, de disciplina, de competencia y de caballerosidad en el trato, al empezar la lucha con la vida, que ya no se olvida nunca”.


Su último servicio oficial en la sierra. Su depuración políticosocial 1940-1944

De este triste capítulo de la vida de Mackay, diré que lo quitaron de la Presidencia del Consejo Forestal, con falsas denuncias, porque su autoridad y dirección resultaron incómodas a los políticos de la Administración Forestal de la posguerra. Saltó la chispa cuando Mackay se opuso a las cortas extraordinarias excesivas y sin criterio selvícola que las compañías ferroviarias estaban iniciando en Cazorla y que iban a resultar destructivas, según pudo confirmar en la que sería su última inspección de servicio activo en la sierra, en el verano de 1940. Fue un gran sufrimiento verse expulsado del Cuerpo durante más de tres años, que llevó con serena entereza, sólo para sí. Volvió a Cazorla y convirtió este periodo en oportunidad para la reflexión y la creación de su tratado Ordenación.

Sus últimos años. Su muerte en Cazorla

Jubilado en 1946, Enrique Mackay lleva una vida sosegada e intensa, dedicado a su familia y a su amada Cazorla. Sigue paseando diariamente, ya por la sierra, pendiente de su continua evolución, ya por el pueblo y sus alrededores. En su casa de calle del Carmen, al pie de la peña de los Alcones, contempla y siente el latido de sus montes. Su tiempo va pasando con el toque de las horas del reloj de la torre de la Merced, entre la escritura de sus libros: segundo tomo de Ordenación (1949) y Dasometría (1963), los informes e instrucciones que le sigue solicitando la Dirección General (hasta 1963), sus estudios dasocráticos de la Cabrilla Baja (hasta 1969) y las visitas de ingenieros y guardas. Mackay muere en Cazorla un frío 10 de enero de 1974, a los 98 años. Su cuerpo con uniforme de gala fue expuesto en su despacho, despedido y conducido por un numeroso séquito doliente. Su “familia forestal” le rindió honores. Iniciaba el cortejo el austero féretro llevado a hombros por los guardas de montes uniformados, en un sepulcral silencio. Detrás, dos guardas portaban una corona de rama de pino y una cinta dedicada. En el cementerio de Cazorla, al final del bello paseo de cipreses, en mausoleo de granito descansan sus restos mortales. Su casa de calle del Carmen n.º 8, rehabilitada en el 2006 por su nieto Segundo Lería Mackay, conserva sus recuerdos, su archivo personal y profesional. El espíritu de Enrique Mackay mora para siempre en estas sierras, donde su espléndida naturaleza ensalza al que fue su protector y poderoso valedor.

M.ª Rosa García Fernández | documentalista de Enrique Mackay

Referencias

Enlaces externos

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